Jaume Pastor, de Vilafranca. | Pep Córcoles

TW
0

Joan Jaume Pastor, de Vilafranca, y Francisco Seguí, de Inca, son dos de los muchos productores de vino aficionados que mantienen viva la tradición en Mallorca. Se trata de una actividad que despierta mucho interés a quienes la practican. Producen para el autoconsumo y para obsequiar a los amigos. De esta manera, muchos aficionados vuelven a las raíces payesas y mantienen activo el campo.
Joan Jaume cultiva una pequeña parcela en Vilafranca en la que crecen cepas de las variedades autóctonas: callet, mantonegro y fogoneu. «Algunas de las vides tienen más de 50 años, lo cual redunda en una producción pequeña pero de gran calidad. Como decimos popularmente: gallina vieja hace buen caldo», explica divertido Joan Jaume. Sabido es que las variedades mallorquinas son de difícil vinificación y sólo los productores más expertos las dominan a la perfección. Por ello, Joan Jaume cuenta que sembró «algunas cepas de la variedad francesa merlot que ayuda a corregir posibles defectos que surjan».

Francisco Seguí posee tambien una pequeña viña en las inmediaciones de la carretera que une Inca con Sencelles. Curiosamente cultiva las mismas variedades autóctonas que Joan Jaume pero «además tengo algunas cepas de shiraz, merlot y tempranillo». Estos productores llevan una labor de mantenimiento del campo a la vez que vinifican en instalaciones tales como sótanos o garajes particulares; «como se hacía en muchas casas cuando éramos niños», dice Joan Jaume. Seguí secunda la afirmación añadiendo: «A mí la afición me viene de mi padre que ya elaboraba vino».
Joan Jaume pormenoriza además que «la producción de vino a pequeña escala era muy corriente en la payesía. Tanto es así que se dice que quien tenía una viña, entre uva y vino, tenía garantizado el sustento de al menos dos meses del año».

Algunas vides autóctonas tienen más de 50 años. Fotos: PEP CÓRCOLES

Francisco Seguí dice que «es evidente que los procesos de producción de entonces no eran como ahora. Probablemente el vino que hacían nuestros abuelos nos resultaría ahora difícil de beber. Aunque aficionados, nosotros hemos incorporado máquinas y herramientas de los profesionales para hacer unos buenos vinos caseros. Por ello, he de reconocer que no es una afición barata, probablemente si hiciera cuentas me saldría más barato comprar el vino que elaborarlo». Joan Jaume agrega que «para vinificar bien hoy en día se necesita una prensa mecanizada, una despalilladora, equipo de frío, una cuba de acero inoxidable que garantice un proceso sanitariamente correcto y otras herramientas».
Ambos realizan la fermentación controlando el calor. Seguí informa que «es importante que la temperatura no suba. Yo particularmente mantengo ésta a menos de 27 grados centígrados con la ayuda de una máquina de frío de cerveza. Tiene un serpentín que introduzco en la cuba y hace que el mosto fermente siempre a la misma temperatura». Jaume agrega que «el problema de nuestros abuelos era que el mosto fermentaba a temperatura ambiente. Imagínense, con más de 30 grados en ocasiones».

Estos dos agricultores aficionados son un ejemplo de otros muchos que mantienen vivas la pequeñas producciones caseras de vino. «No nos mueve un afán de lucro como es evidente. A nosotros nos paga el ver la cara de placer de los amigos o los parientes cuando degustan alguno de los vinos que hacemos y nos lo dicen».