Tomeu Domenge en su finca a las afueras de Inca, a la que se dedica desde hace cinco años. | Curro Viera

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La relación de Tomeu Domenge Jaume (Sencelles, 1992) con el campo le viene de familia. Ya su abuelo se dedicaba a este oficio y él desde niño ha estado relacionado con este mundo. Por ello, cuando decidió hace cinco años dedicarse plenamente a esta actividad, no fue ni mucho menos un recién llegado al sector.

Su finca es Can Gran, situada entre Inca y Sencelles, se puede considerar una finca familiar. A Domenge le echan una mano tanto su pareja como su hermano o sus padres, aunque el peso del negocio recae exclusivamente en sus espaldas: «Ahora no solo hay que ser payés, sino también empresario y comercial» relata. Vende habitualmente a un perfil muy variado de clientes, desde venta directa al consumidor, hasta mayoristas del sector, restaurantes o tiendas. «Por eso hay que convertirse en un comercial, hay que buscar clientes, que es lo más complicado».

La finca, de cuatro hectáreas, produce hortalizas de temporada muy variada. De su tierra salen cebollas, patatas, tomates, coles, espinacas y un largo etcétera, alrededor de 20 cultivos por temporada.

A pesar de llevar solo esos cinco años en el negocio, valora la experiencia familiar y especialmente, en los tiempos que corren, tener un trabajo. «Son muchas horas y muy poca rentabilidad» afirma, «pero es un estilo de vida», recalca. De este estilo de vida destaca la libertad, el no tener responsabilidades más que consigo mismo ni jefes, pero lamenta la gran cantidad de tiempo que supone: «No bastan las horas del día para este trabajo».

Los problemas de otros agricultores por los abusos en los precios los logra evitar teniendo una cartera de clientes lo más variada posible. «Si vendes a un solo cliente, un distribuidor, el precio lo pone él. Si tienes varios, el precio es más justo» afirma mientras no deja de trabajar preparando un cargamento de cebollas recién recolectadas.

Son tiempos complicados para el campo y así lo afirma Domenge. «El último año ha sido raro. No ha resultado ser malo del todo, pero desde luego no ha sido mejor que otros» cuenta y añade que «todo ha estado muy parado durante la primera mitad, solo en agosto ha mejorado algo con la llegada de los turistas». Estas fluctuaciones debidas a los problemas del turismo son para Domenge motivo más que suficiente para que «no hubiera una dependencia tan grande del turismo en la Isla».

Respecto a las nuevas tecnologías y su aplicación al mundo del campo, es sincero y contundente: «hay que comer todos los días y eso no lo hace la tecnología, sino el trabajo del payés». Por ello afirma que su sector «es el más necesario, pero a la vez el menos valorado y más escondido». La tendencia del consumidor va cambiando y ahora valora más el producto local y su precio, gracias sobre todo al empeño de los agricultores por divulgar su labor y poner en valor sus productos, de la más alta calidad.