Llompart comercializa la miel que extrae bajo la marca Begot.

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Llega la primavera y con ella el despertar del campo. La floración de muchas plantas está iniciándose y también la labor de un pequeño insecto indispensable para la agricultura. Se trata de la abeja europea (Apis mellifera), el único insecto considerado como animal doméstico y regulado legalmente como si fuera ganado.

David Llompart es un joven apicultor mallorquín. Desde hace unos diez años trabaja cuidando colmenas y extrayendo miel que comercializa bajo su propia marca: es Begot. Llompart explica que «la importancia de la labor de las abejas se puede cuantificar. Está demostrado que el almendro, por ejemplo, produce un 20 % más si las abejas han intervenido». En estos momentos están floreciendo las rosáceas, entre las que se encuentran cerezos, almendros y otras. «Los apicultores estamos separando los enjambres y distribuyendo las cajas en puntos estratégicos para que los insectos comiencen a recolectar néctar y a polinizar», explica.

En unos meses las abejas trabajarán en los huertos de pepino, melón, sandía y otras hortalizas que «si bien son polinizadas por otros insectos, es de las abejas de quien más se benefician, pues éstas vibran de una forma especial propiciando que muchas más flores resulten fecundadas».

Los agricultores modernos saben de la importancia de las abejas y muchos de ellos con explotaciones profesionales confían en la labor del apicultor para mejorar el rendimiento. «Cobramos unos 40 euros por caja instalada en las plantaciones», explica el joven.

La miel elaborada durante la primavera es una de las más apreciadas por los consumidores. «Las abejas disponen de muchos tipos de flores y por lo tanto elaboran una miel, denominada mil flores, que es bastante clara. Aunque hay mieles estupendas cada época del año; es una cuestión de gustos», indica Llompart.

El trabajo del apicultor es más complicado que hace unos 35 años. Llompart cuenta que «los mayores dicen que antes era más sencillo pues no contábamos con el inconveniente de la varroa». Se trata de un parásito, un ácaro, que se alimenta principalmente del tejido corporal graso de la abeja melífera, un órgano en los insectos que cumple una función similar al hígado humano.

La importancia de la abeja es tal que se recomienda no destruir ningún enjambre. Llompart describe que «en ocasiones se posa en un jardín o en cualquier otro lugar próximo al ser humano. Se trata de una joven reina con sus obreras que buscan un hogar.

En ese momento no pican. Lo hacen cuando tienen una colmena que defender», añade.
El apicultor pide que «nunca se les mate. Lo mejor es que se contacte con un profesional o con la Fundación Natura Parc, que hace el servicio de retirada. Un enjambre de abejas aporta muchísimo más al ser humano polinizando los campos de lo que pueda molestar».