En la finca de Son Alfonso, de es Capdellà, combina su pasión por el campo y el pastoreo. | Ultima Hora

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Miquel Sastre debía cambiar este fin de semana los más de 30 grados registrados en los termómetros isleños por el fresco clima de la cima de Andorra. En la localidad de Canillo estaba prevista la celebración del Concurs de gossos d’atura, la modalidad catalana de los cans pastors, en la que participa el amo de Son Alfonso desde hace tres años. El entrenamiento de los perros de pastoreo para su participación en competiciones es una de las grandes pasiones de este payés calvianer.

Concursa habitualmente con ovejas, pero para la foto realiza una demostración con tres ocas y su perra Mit. Un silbato y las palabras esquerra, dreta y jeu son las únicas herramientas necesarias para conducir a las aves adonde quiere Miquel. Así, es gracias al adiestramiento diario que reciben sus perros y a los cinco años con que cuenta Mit, una inteligente border collie. Miquel Sastre siempre se vio atraído por la actividad pastoril. Su amistad con Miquel Adrover, el promotor de los concursos de cans pastors en Balears, hizo el resto. Y como resultado, Sastre ganó en Ribes de Freser en 2019. Los catalanes tiemblan cuando llegan los expertos de Mallorca.

Miquel Sastre combina su afición por los perros pastor con la explotación de la finca calvianera de Son Alfonso. Desde hace doce años –aunque ya colaboraba en el predio con anterioridad– gestiona una explotación de 195 hectáreas en la que tienen cabida algunos cerdos, unas 300 ovejas y plantaciones de frutos secos y cereales. La algarroba y la almendra comparten tierra con el forraje y la cebada.

Una vida dedicada al campo permite a Miquel Sastre radiografiar el estado de salud de las explotaciones malloquinas. Y el concepto más recurrente son las subvenciones europeas: «Si algún día se acaban las ayudas de la PAC sería un drama para el sector primario de la isla», comenta Miquel, que no quiere ni pensar qué sucedería en tal caso. Recortada un 10 %, la aportación comunitaria se mantendrá como mínimo hasta 2027. La rentabilidad del campo mallorquín depende de Bruselas, pero cuenta con otras amenazas menos lejanas. «La mayoría de los payeses es gente mayor, de más de 50 años», se lamenta Miquel, que echa en falta un cambio generacional. Promocionar a la juventud es una de las cuestiones que le reclama al ejecutivo autonómico, aunque no niega que «a la Administración le pedimos todo lo que podemos y más».

Compensar la insularidad es otro de los temas que el amo de Son Alfonso pone sobre la mesa. Como secretario de la Associació de Ramaders i Pagesos de Calvià, agradece la apuesta municipal por las políticas agrarias: «Las queremos gestionar junto al Ayuntamiento para que sean de provecho para los payeses». Consciente de la complicada coyuntura provocada por la pandemia, Sastre se queja del bajo precio al que vendieron los corderos durante el confinamiento.