Virgina posa en los viñedos y los vinos que crecen en el interior de una antigua cantera de ‘marès’. | P.A.M.

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Campos se reconcilia con una tradición vitivinícola que se remonta a los tiempos de la romanos, cuando las planicies de es Palmer estaban cubiertas de viña. Un antiguo enclave geográfico que contrasta con la orografía donde se ubica ahora la primera bodega profesional del municipio: Dalt Turó, situada en lo alto de una colina formada por un subsuelo de marés resultante de dunas milenarias fosilizadas. Al frente de este proyecto eminentemente familiar encontramos a Virginia Pons (Palma, 1981), quien, tras años de dedicarse a la traducción, ha hecho de la profesión agraria una nueva forma de vida.

El proyecto agrícola de Dalt Turó arranca seis años atrás. Pons contaba ya con la finca familiar «y con un asesor agrónomo por marido», bromea. Además de estas ventajas, la prole jugó un papel determinante a la hora de iniciar esta nueva singladura vital. «El trabajo en el campo me permite conciliar mejor la vida profesional y familiar», asegura Virginia quien, junto a su marido, tienen claro que, además de hacer de Dalt Turó una explotación agraria rentable, esta empresa les permite pasar más tiempo juntos y poder transmitir a sus hijos (prácticamente de la misma edad que el proyecto) valores íntimamente ligados al campo como es el amor a la tierra, el esfuerzo y la generosidad: «La tierra es hoy de las pocas cosas que te da mucho sin dar nada a cambio», asegura.

Además de la voluntad de hacer de Dalt Turó un proyecto intergeneracional, Virginia Pons tiene también muy claro que el futuro de la actividad agraria pasa necesariamente por la rentabilidad económica de esta. La elección de destinar la antigua finca familiar a la vitivinicultura, además de recuperar para Campos un cultivo milenario, conecta con la realidad actual de que es el subsector que mejor se adapta al desarrollo de una empresa agraria moderna. De esta manera, el proyecto de Dalt Turó se está desarrollando en cuatro fases diferentes. La primera correspondió a la siembra de la viña, en la que encontramos variedades autóctonas como Callet, Mantonegro o Escursac; además de las foráneas Cabernet Sauvignon, Syrah y Merlot. La segunda fase, la que está a punto de culminar, es la de la construcción de bodega, emplazada en el interior de una antigua cantera de marés, en la que también se encuentran plantados parte de los viñedos. La tercera corresponderá a la apertura, en la misma bodega, de un punto de venta y degustación, mientras que la cuarta y última será la adaptación de unas viejas instalaciones agrícolas en un centro de estancias enoturísticas.

De los ricos suelos minerales de Dalt Turó nacen, de momento tres vinos, de producción muy limitada y cada uno de ellos con el nombre de una tipología de marés: Granat para el tinto, Roget el rosado y Acopinyat es el blanco; un blanc de noirs elaborado a partir de uvas Callet que, en su primera cosecha, ya ha conseguido colarse en la carta de vinos de la reputada chef Maca de Castro.