Sebastià Crespí –en la imagen, con los olivos– ha estado prácticamente toda su vida ligado al mundo de la agricultura. | Redacción Part Forana

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Cada vez es más frecuente la introducción al hábitat mediterráneo de plantas tropicales. El llamado cambio climático puede ser un factor que ayuda a su adaptación. La moringa y la pitahaya, aunque no es muy común, ya hay algunos viveristas que han conseguido cultivarlas en la isla.

Sebastià Crespí, de Can Morbé, de sa Pobla, ha estado prácticamente toda su vida relacionado con la agricultura y, además es un apasionado de los viajes y de las plantas medicinales. Toda esta conjunción le ha llevado a importar y adaptar aquí plantas tropicales con muchas propiedades sanadoras. Dos de ellas son la moringa y la pitahaya.

La moringa es un árbol que ofrece valiosos recursos nutricionales y energéticos, y destaca por sus propiedades medicinales, desde combatir la fatiga, el colesterol o procesos inflamatorios a evitar las infecciones. Además, tiene todos los aminoácidos esenciales, por ello es especialmente importante para los vegetarianos. La moringa es el sustituto natural de la carne, al contener muchas vitaminas y la proteína necesaria.

Por su parte, la pitahaya o fruta del dragón es una planta cactácea, y como tal, es muy resistente a las sequías. Es tipo cactus suculento, rústico, de tallos largos triangulares, cuyos tentáculos buscan las piedras incesantemente por las que sienten una especial predilección, haya tierra cercana o no. Suele enredarse en los árboles próximos alimentándose de la humedad de sus cortezas y trepa a sus anchas por las ramas a ocho o diez metros del suelo sin penetrar un solo centímetro en tierra. Florece a finales de agosto. La flor de la pitahaya, que es tubular, hermafrodita como la mayoría de las cactáceas, es tan bella como breve.

Se abre una sola vez en las horas nocturnas y su penetrante aroma atrae a numerosos insectos. El fruto, desde que sale la flor hasta la recolección tarda unos 2 meses, dependiendo de las temperaturas existentes y suele fructificar dentro de rama de dos años.

Sebastià Crespí explica que «su sabor es único e incomparable, y es una planta que necesita sentirse mojada desde arriba, por ejemplo, con una manguera como si lloviera; ese es uno sus característica de tropicalidad», comenta.

Además de esta pasión por este tipo de plantas en su vivero de sa Pobla, Crespí cultiva otros tipos de plantaciones. Cuenta con diferentes variedades de higueras, nogales, éste año ha injertado frutales como el melocotón, la nectarina o los paraguayos, que confía en que el año que viene ya den fruta. Y, su plato fuerte son las oliveras. Tiene de variedad muy diversa: picual, koroneiki, arbequina, frantoio y la empletre o mallorquina.

En su finca las ‘prepara’ durante los dos años primeros años para venderlas con el tronco grueso, ya surades i aferrades. Aunque lleva mucho trabajo, Crespí comenta que «ahora mucha gente que siembra olivos ya las prefiere así, porque al cabo de un año ya tienen mucha rama y al siguiente dan fruto».