Neus Beltrán y Pere Crespí posan entre los viñedos de la finca de Son Crespí de Passatemps, en Santa Maria. | Pedro Aguiló Mora

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El vino en compañía sabe mejor y el caso de Pere y Neus no es el primero en el mapa vitivinícola de España que insinúa que elaborado en pareja aporta un intangible que, de una manera u otra, queda reflejado en el copa.

Pere Crespí (Santa Maria, 1989) y Neus Beltrán (Bunyola, 1986) comparten vida y una gran pasión por el vino. De ella nació el microceller Son Crespí, en la bucólica finca del mismo nombre en la zona de Passatemps, en el término municipal de Santa Maria del Camí. Todo un paisaje que hace 500 años pertenece a la misma familia. Desde siempre vinculada al cultivo de la vid, es con la generación que encarnan Pere y Neus cuando Son Crespí de Passatemps da el salto de la cantidad y a la calidad.

En siete hectáreas en delicada pendiente sur–norte, Pere y Neus, enólogo él y bióloga ella, cultivan 19.000 cepas principalmente de las variedades Manto Negro, Callet, Premsal; y algo también de Giró Ros, Chardonnay y Syrah. Así como una pequeña muestra de 600 plantas de Pinot Noir. Todo ello cultivado en ecológico. «En esta tierra no hemos tirado jamás un producto químico», señala Pere Crespí. De esta tierra, la última cosecha ha procurado a estos jóvenes microbodegueros 600 botellas de vino blanco, 400 de rosado, 1.700 de tinto. Además de 600 de espumoso. Una producción de la que el 60 por ciento es vendida directamente a las personas, mallorquines y turistas, que visitan Son Crespí de Passatemps y participan en las catas que Pere y Neus organizan en las antiguas casas de la finca. «La idea, además de hacer un vino de calidad, es dar a conocer la finca y hacerla autosuficiente», apunta Neus, quien, en cuanto al vino, añade que su objetivo es «buscar la fruta, la frescura, la acidez. Hacer vinos vivos». Para ello no escatiman esfuerzos. «En Mallorca se puede hacer vino joven de calidad. Es más difícil hace un vino sin crianza, que exprese la calidad de la fruta y la tierra, sin posibilidad que la madera pueda ocultar defectos. En ocasiones también hay que estar dispuesto a una merma de casi el 50 por ciento de la fruta», asegura Pere Crespí, consciente de la importancia de la selección de la uva cuando entra en bodega. «Sólo embotellamos lo que nos gusta», añade.

Pere y Neus participan del resurgimiento y puesta en valor que la variedad Manto Negro. La uva totémica de la comarca, cuya versatilidad la convierte en el eje vertebrador de todos sus vinos: del tinto, como es evidente, del rosado (hermano del tinto, pues surge de su sangrado) y también del blanco: un blanc de noirs de Manto Negro y Premsal. Vinos frescos, fáciles, de maravillosa acidez el blanco, largos en boca, de baja graduación alcohólica, que invitan a beber una y otra copa. Vinos cuya modernidad radica en el aprovechamiento de un legado en el que la tierra y el fruto que surge de ella constituyen el alma del vino que encierra cada botella.