El mallorquinista Pau Cendrós pugna en un salto por el balón ante Miguel de las Cuevas. | J.L.Cereijido

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De la solidez y autoestima con la que le plantó cara al Madrid, al colapso sufrido ante el Sporting. Dos partidos y dos versiones antagónicas. El Mallorca ha destapado la Liga combinando nubes y claros, esperanzando y decepcionando. La escuadra de Laudrup, que según el entrenador danés iniciaba su campeonato el pasado fin de semana, reculó en El Molinón y tendrá que retomar el hilo de su desarrollo en las dos próximas semanas, donde el calendario le ha reservado tres citas que serán claves para su puesta a punto.

Los dos primeros episodios de la temporada han destacado que el Mallorca sigue necesitando tiempo para definirse. Acreditó en la función inicial que tiene argumentos de sobra para defenderse ante cualquier equipo, por grande que sea, aunque para eso está obligado a rendir en todo momento al máximo de revoluciones. Ante el Madrid, su actitud disimuló una serie de carencias y le permitió situarse durante muchos minutos a la misma altura que el conjunto blanco. Pero como demostró una semana más tarde en el cuartel del Sporting, una bajada de tensión puede acarrearle problemas muy serios.

En Gijón el Mallorca expuso un amplio catálogo de defectos, aunque la mayoría parecen subsanables a base de rodaje y obecen principalmente a que su estructura todavía no ha tenido tiempo de asentarse. No obstante, también presenta algunas otras a tener en cuenta. Ante el Sporting, el equipo acusó más de lo previsto la ausencia de Martí y aunque el técnico estableció un plan de emergencia trazando un nuevo boceto para el centro del campo, no le funcionó en ningún momento. En cualquier caso, su principal dolor de cabeza se encuentra unos metros por delante. El equipo ha sido incapaz de marcar un gol en 180 minutos y si no lo arregla se arriesga a padecer otros problemas mucho más severos.