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Un solemne y respetuoso silencio, sólo roto por emocionados aplausos y espontáneos gritos de «maestro», acompañaron ayer en Valladolid al cortejo fúnebre del narrador y periodista Miguel Delibes, fallecido el viernes a los 89 años. Miles de ciudadanos llenaron las calles del centro de la ciudad para despedir al literato, figura clave de las letras hispánicas.
Los nietos de Delibes (Valladolid, 1920) sacaron el féretro de la Casa Consistorial -donde se había instalado la capilla ardiente, que recibió más de 26.000 visitas- y lo trasladaron hasta la catedral, donde se celebró el funeral. La misa fue oficiada por el administrador diocesano, Félix López Zarzuelo. «Durante los últimos años, él tenía su ilusión más puesta en la otra vida que en esta y seguro que le hubiera emocionado ver tanto afecto, tanto cariño», dijo Germán, uno de los hijos de Delibes, al culminar el acto fúnebre, al que asistieron la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, y la ministra de Cultura, Àngeles González Sinde. Tras la ceremonia, los restos del autor de El camino, Las ratas o Los santos inocentes fueron incinerados en una ceremonia familiar privada. Posteriormente han sido depositados en el Panteón de Vallisoletanos Ilustres del cementerio del Carmen. Está previsto que allí se trasladen los restos de la mujer del novelista, Àngeles de Castro, fallecida en 1974.