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El Sevilla jugará la final de la Copa del Rey después de dejar en la cuneta al Getafe, que se impuso por 1-0 en el Coliseum, pero se topó con un gran Andrés Palop, que con sus intervenciones privó al equipo de Míchel del gol que le hubiese llevado a la prórroga.
El Getafe fue superior en los dos partidos y se quedó a la orilla de llegar por tercera vez en cuatro años al último encuentro del torneo del KO. Lo hizo con honor, muriendo de pie y no de rodillas. Ante un rival que no apostó casi nunca por el fútbol y que al final se jugará los cuartos probablemente ante el Atlético de Madrid, que tiene todo de cara para eliminar al Racing de Santander.
El pitido que dio por inaugurado otro partido en el Coliseum que se intuía épico hizo olvidar en segundos todo lo que ha rodeado a un encuentro que estaba llamado a convocar a héroes y villanos. trás quedaba la historia de la remontada ante el Barcelona hace tres temporadas; también el vídeo de aquel partido, que ha estado funcionando los dos últimos días en el vestuario del Getafe; o el sombrero de José María Del Nido (que, por cierto, lo lució con todo su esplendor); y los mensajes que empapelaron el Coliseum Alfonso Pérez animando a los hombres de Míchel a lograr pasar a la final.
Todo aquello se lo llevó el aire. En un suspiro, el guión de la película se puso sobre el césped. Y fueron los jugadores de ambos equipos los encargados de poner sobre el tablero sus armas.
Fue el Getafe el que llevó todo el peso del partido. No tardó en intimidar a su rival. En los primeros doce minutos tuvo tres ocasiones clarísimas. Dos fueron de Soldado. En la primera, estuvo a punto de superar a Andrés Palop con un vaselina en un mano a mano. Después, mandó un cabezazo al poste. Entre medias, Dani Parejo no pudo superar a Palop, que despejó una pelota a córner cuando el canterano del Real Madrid estaba solo delante del guardameta valenciano.
El conjunto de Míchel, que no perdió ningún tipo de mordiente en el vestuario, salió al césped a hincar el diente a los andaluces. Y lo logró. Después de cientos de acercamientos, curiosamente marcaron metieron la más difícil, gracias a un remate de cabeza en escorzo de Roberto Soldado. El tanto «azulón» hizo el efecto contrario al deseado probablemente por Míchel. Sus jugadores se durmieron, fruto del esfuerzo físico del primer periodo, y perdieron el empuje del que habían disfrutado hasta entonces. El Sevilla tampoco aprovechó la situación de desconcierto de sus rivales y no hizo nada por acabar con las ilusiones de un estadio que por primera vez en Copa presentó una buena entrada.
La intentó el Getafe, que la tuvo en las botas de Derek Boateng. El ghanés lanzó un zapatazo tremendo en el descuento que salvó Palop. No hubo más, fue el último cartucho que gastó el Getafe, que, sin duda, fue el mejor de la eliminatoria y mereció una plaza en la final.