En la imagen superior, los voluntarios que participa en las tareas de conservación. A la izquierda, fabricando cemento, y autoridades y responsables del GOB que acudieron a La Trapa. | Ana Palou/ Sarah Kierzek

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Veintidós jóvenes colaboran durante una semana de julio en la conservación y reestructuración de las casas de La Trapa, en Sant Elm. El voluntariado ha sido organizador por el Grup Balear d'Ornitologia i Defensa de la Naturalesa (GOB) y la asociación Amics de la Trapa.
Del 2 al 9 de julio, tanto los jóvenes que participan en este proyecto como los supervisores, realizan el mantenimiento del paisaje agrícola y velan por la seguridad de las aves. Asimismo, también colocan protectores en los olivos para impedir que el viento los dañe; en definitiva, tareas que permiten mejorar y conservar el ambiente de La Trapa.
Este año es el 30 aniversario de la creación de la sociedad de Amics de la Trapa y de la adquisición de la misma. Esta fue la segunda iniciativa en España centrada en la adquisición de la custodia del territorio para evitar la urbanización del lugar. Una compra cuyo objetivo fue anular la partición de la finca. Los componentes de Amics de la Trapa son personas interesadas en la mejora del lugar. Por ello ayudan económica y físicamente en beneficio de La Trapa. Este enclave tiene unos inmensos valores culturales y naturales, debido a la gran diversidad de especies animales y vegetales de la zona. La Trapa recibe este nombre debido a una comunidad de monjes trapenses que se instalaron en 1810 en el territorio. Debido a la gran riqueza con la que cuenta, los voluntarios luchan para que no se pierda y quieren lograr que esta zona recupere el patrimonio natural y cultural y las actividades tradicionales.
Maria Magdalena Tugores, consellera ejecutiva del departamento de Medi Ambient del Consell de Mallorca, afirma que desde el área de Medi Ambient, «es muy importante estar comprometidos con la institución y la recuperación de las casas de La Trapa, una finca que tiene un valor muy importante en la Isla».
Los jóvenes tienen entre 16 y 21 años y tienen en común el hecho de haber recibido una educación ecológica, compartiendo el deseo de proteger el medio ambiente. Dentro del grupo, cada uno tiene sus tareas. Xavier nos cuenta cómo las cajas-nido que fabrican facilitan la vida de las aves trogloditas, pájaros de unos 20 centímetros de largo. Desde que en 1994 La Trapa sufrió un terrible incendio, estos pájaros se quedaron sin árboles idóneos en los que pudieran hacer sus nidos, por lo cual, ellos les posibilitan un buen hábitat. Además, estas cajas ayudarán a que haya más aves de las que hay actualmente.
Las tareas cotidianas de los voluntarios empiezan a partir de las 7.30 horas, cuando se despiertan, pero los que quieran pueden hacerlo media hora antes para ir con uno de los supervisores a identificar a las aves con el objetivo de tenerlas registradas. Más tarde, desayunan y comienzan a preparar las herramientas para ponerse a trabajar. A las 11.00 horas hacen un descanso para merendar, y seguir más tarde con las actividades. Después de la comida, tienen dos horas libres y, por la tarde, realizan talleres. También reciben charlas y conferencias sobre temas como la desobediencia civil, astronomía, violencia de género y pacifismo.
Una de las visitas que más les impactó fue la de una persona invidente. Marga Mas y Bárbara Andreu, ambas voluntarias, dicen que se divierten trabajando y que no les importa el hecho de no tener acceso a los medios de comunicación básicos de una sociedad actual, como Internet o el teléfono móvil. Como dice Miquel Àngel Ballester, responsable del área de Educación Ambiental del GOB, «sin los voluntarios esto no sería posible».