Carla Alcover, Patricia Dezcallar y Paula Ozonas. | Esteban Mercer

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Cada año, siempre el 8 de agosto, la Orden, con larguísima tradición en Mallorca, y entre sus nobles, celebra una noche de fiesta benéfica destinada a obtener fondos que permitan a la antigua y prestigiosa ONG, quizás la primera de la historia, seguir ayudando a los que más lo necesitan. En esta ocasión se optó por celebrar la reunión en la patio de Ca’n Conrado, bueno patio suena horrible porque no lo es, es un claustro en toda regla, con columnatas similares a las de otros claustros mallorquines de gran renombre.

La propiedad, cuidada con esmero, casi diría con devoción por su propietario, Xisco Conrado y su familia, ha sido escenario de importantes celebraciones familiares, también de relajados encuentros entre amigos, como en esta ocasión en la que se dieron cita importantes nombres de nuestra sociedad a los que se unieron las nuevas generaciones, siempre deseosas de pasar un rato agradable mezclándose en un juego milenario de seducción que no deja de ser precioso. En estos encuentros, que los cursis llamarían de gente bien y yo prefiero definir de gente educada, lo de menos es llamar la atención, porque cada uno es bienvenido y se sabe desde dónde llega, lo de más es estar, apoyar y sentir que la Orden sigue teniendo adeptos pese al paso de los años.

Es encomiable el trabajo que hacen, baste ver la ayuda en los comedores de las Hermanitas de los pobres, que nunca tienen suficiente, pues su casa es cada vez más grande y necesita de más y más para seguir dando trato excelente a sus usuarios. Allí es donde los caballeros y damas de la Orden, y los voluntarios, demuestran, sin cámaras, su necesidad de ayudar. Malta es mucha Malta, y esta cita veraniega capaz de reunir a Amparo Trenos, baronesa de Alacuás, a Alfonso Pérez Maura, a Evelyn Morell con Perico Carulla y Manuel de la Peña, siempre presente, se adecua a los tiempos sin perder su esencia.

En Mallorca los títulos se respetan, pero importan poco; sin embargo, la tradición de las casas sigue muy viva y se ve en ocasiones como esta en la que se activan recursos heredados que surgen espontáneamente para solucionar o crear lo que sea necesario. A esto se le llama clase, de la que permanece inmutable. Y así ha de seguir por los siglos de los siglos, ya está bien de cambios que no llevan a ninguna parte. Todo resultó fenomenal. Y así acaba esta película de agosto tan bonita. Y romántica.