Ari Vilalta, David Bell, Natalia y Carlos Fernández Pons Quintana. | Esteban Mercer

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Una gran parte de la alta sociedad menorquina se reunió para celebrar el 30 aniversario de Adolfo León López. No faltaron empresarios de renombre, aristócratas de toda la vida y jóvenes entusiastas de este ser lleno de magia y fantasía. El lugar elegido para la fiesta fue la finca de Mallaui que mandó construir su bisabuelo, Alfonso Vivó, para su esposa, Francisca Squella, una finca donde la emoción sentimental está a flor de piel, ya que los recuerdos vividos junto a su padre Adolfo León Vivó y su abuela paterna, Josefa Vivó Squella, eran y son maravillosos. Es un lugar bellísimo, elegante y sobrio, palaciego al punto de estar hecho únicamente para una isla como Menorca, que a elegante no la gana nadie.

La decoración fue elegida personalmente por Adolfo, que contó con unas manos de gran experiencia en este sector, Juana Mercadal, de S’Estel. Se mimó todo con esmero al cien por cien, los centros hechos con diferentes tipos de verdes se combinaron con rosas naturales en color rosa palo y combinados con velas en blanco roto. El color de la fachada de la señorial casa. Lo que fascinó a todos fue el photocall, fue la sensación de la noche, con un Chester en color burdeos y a los lados dos majestuoso olivos y la escalinata decorada en eucalipto y velas a diferente altura.

La cena la elaboró uno de los caterings más selectos de la isla: S’Algar Catering. Comenzó con un extenso aperitivo, un show cooking y tres postres diferentes. Todo ideal. Y llegó uno de los momentos más divertidos y espectaculares de la noche. Fue el regalo que los primos de la familia León le hicieron al cumpleañero. A las 00:00h y después de soplar las velas, la gente se puso en silencio y de repente entró una banda de música tocando un pasodoble. Sin duda, un regalo que llegó al corazón de todos los invitados, que empezaron a bailar al son de la banda, que no hizo más que agrandar el disfrute de la noche, de una gran noche, donde la elegancia brilló por encima de todo, pues los vestidos largos llenaron los jardines de la preciosa finca del glamour que se merece. Que os merecemos todos.

Entre las más elegantes, la hermana y la madre del anfitrión, una luciendo un conjunto en dos piezas rojo Valentino y la madre en un dos piezas en verde y pantalón blanco. El anfitrión también destacó por su elegancia impecable enfundado en un esmoquin de americana rosa nude y gemelos de brillantes y diamantes. No podía ser de otra manera. Estuvo feliz, más que nunca e impecable toda la noche, hasta el amanecer en el que no faltó la música del jaleo. En nada es Sant Joan, ya saben lo que esto significa en la isla hermana. Molts d’anys, Alfonso, no cambies nunca, ve a más, lujo llama a lujo y tú lo eres. He dicho.