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Un año más, y van diez, el ambiente navideño ha impregnado el puerto y a todos los visitantes que se han acercado desde el primer día de mercado han disfrutado de un lugar mágico en el que las casetas también pueden ser solidarias, y alguna lo es y mucho, y los objetos que se compran son de calidad artesanal, dignos de los más elegantes.

Me han regalado un foulard de alpaca que es una maravilla solo digna de Kettylin Magnusson. Porque esa es otra historia, digna de los Reyes de Oriente. ¿Qué sería del Año Nuevo sin los Reyes, a ver? Ahí lo dejo recordando que muchos de mis amigos se alegraron de que don Juan Carlos I viviera en Marivent antes de darse cuenta de que era una inocentada.

El primero en caer fui yo, pero es que me parece tan lógica la solución, y tan necesaria que la formulo como un deseo junto a mil más para este año que acaba de comenzar. Molts d’anys i bons!