El barítono Simón Orfila durante su actuación. | E.M. / Jaime Verd

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La noche de los sentidos fue mágica por la música sonando en las terrazas del emblemático hotel Cap Rocat, que es donde se ofreció el primero de una serie de extraordinarios conciertos que se celebrarán anualmente junto con la Orquestra Simfònica de les Illes Balears. Actuó el bajo barítono Simón Orfila, la soprano mallorquina Irene Mas con la dirección de titular de la OSIB Pablo Mielgo; se desarrolló frente al y ante un selecto auditorio muy escogido y variado de cerca de ciento sesenta personas entusiasmadas con lo que se estaba viviendo.

La idea de Antonio Obrador y de Pablo Mielgo era de hace años, pero diversas circunstancias no siempre fáciles prorrogaron la inauguración a la noche del sábado pasado. Fue increíble comprobar cómo cuando se juntan ganas, ilusión y magia el resultado siempre es perfecto, un regalo para todos que engrandece todavía más si cabe la figura de Obrador ligada a la cultura. Se cuidaron todos los sentidos, gusto y olfato, tacto y oído. Bienvenida por parte de los hijos del anfitrión, todos guapos y educadísimos cumpliendo su papel de anfitriones de la noche a la perfección, los emplazamientos y la convocatoria a la que no faltó nada.

Vi a Ana Toran con José Ortega, a Olimpia Cotoner con su marido Alfonso Díez de Rivera, a Isabel Oliver con Antonio Fournier, a Mayte Spínola con sus hijos los marqueses de Vivola, a Marta Gayá bellísima y tan broceada como siempre, a Joan Bennassar y Cristina Escapé, a Mara Moriarty, a la académica Carmen Riera y a la condesa de Villadonpardo, Luisa Cotoner, y a un largo etcétera de nombres importantes de la sociedad, la cultura y la empresa mimados por el cóctel que se sirvió tras el concierto, creado expresamente por el chef del hotel Víctor García, que se esmeró ideando sabores fáciles de consumir en estos tiempos de pandemia.

El concierto, titulado Héroes y Villanos, fue majestuoso, la orquesta no defraudó, los cantantes tampoco, y mucho menos lo hizo el lugar, que nos regaló una velada cultural que esperemos sea repetida muchos años más. Lo que ha conseguido Antonio Obrador con Cap Rocat es impagable y un regalo para una Isla falta del lujo, no del que brilla, sino del que acoge con calidez y las cosas hechas bien y con el corazón.