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Nuestra amiga Anne d’Ormesson lleva toda la vida teniendo casa en el campo de Pollença. Sus recepciones siempre han sido míticas, pues sabe reunir a lo mejor de la Isla. Por su casa y sus jardines de adelfas y olivos ha pasado el who its who europeo de los últimos treinta años.

He tenido la fortuna de ver a muchos de ellos disfrutando de sus veladas elegantes y siempre divertidas. Nunca olvidaré una noche de final de verano en la que la cena se servía bajo el porche, en una mesa magníficamente dispuesta, con una porcelana exquisita, cristal maravilloso y unas viandas buenísimas. Cuando estábamos con el segundo plato un tornado se presentó como invitado involuntario y la perfección voló por los aires. Nadie se inmutó, entre risas entramos en la casa plato y copa en mano, servilleta en los bolsillos y música en los oídos. La cena continuó en la mesa del comedor de invierno, como si nada hubiera ocurrido, entre risas y cardados también inesperados de alguna dama con el cabello incontrolable.

La escena es difícil de resumir, pero algo parecido ocurrió la semana pasada en los jardines de Anne, que nos convocó a unos pocos debido a este tornado que es la pandemia, para celebrar juntos la Pascua, reír un rato y poner a estos tiempos complicados buena cara. El almuerzo se sirvió en el jardín, se dispusieron dos mesas para que la seguridad fuera la máxima para todos y para que pudiéramos disfrutar de las panades y robiols que se sirvieron, así como una ensalada deliciosa y un foie que quitaba el sentido.

Me encantó ver a Pepa Noguera, tan divertida como siempre, y con un aspecto radiante; a Ana Rosa Pidal, también estupenda, como ella es, siempre dispuesta para unas risas a pesar de que la pena vaya por dentro, pues hace poco ha perdido a su hermano Pedro Pidal, marques de Villaviciosa de Asturias y de Bermejillo del Rey, uno de los hombres más buenos y elegantes en toda la extensión de la palabra. A pesar de que no iba de nada, era imposible que sus gestos naturales, su físico, su amor por el deporte, y el respeto por su familia y la naturaleza no delataran su origen. Jamás alardeó de nada; al contrario, su señorío resta intacto en nuestra memoria. Se fue demasiado pronto, pero Ana Rosa, una mujer de vida fascinante, sigue adelante, toreando la vida con una sonrisa.

A la cita no faltó la maravillosa Cati Llabrés, de Inca, siempre elegante y con la que es un placer enorme conversar; Gaby Obiente de Benacerraf, la nuera de la desaparecida Mercedes Herrera, a la que tanto echaremos de menos en los veranos venideros que serán como antes gracias a la huella que han ido dejando estas grandes damas. Fue un almuerzo divertido en el que el que más disfrutó fue el conde Dominik Schenk von Stauffenberg, pues no hay nada que le guste más que el campo mallorquín y un almuerzo relajado bajo el sol y en buena compañía. Por cierto, me olvidaba de Puri de Madrid. Qué divertida es. Se la presentaremos como es debido en otra ocasión, que he de seguir apurando la crema de esta nata que es como las de antes.