La Policía Nacional investigó la muerte de Ana Torres y concluyó que se había tratado de un crimen.

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El 8 de enero de 2001, una joven de 29 años llamada Ana Torres Marqueño sufrió quemaduras en el 95 por ciento de su cuerpo, tras ser rociada con cola altamente inflamable en Palma. La policía detuvo a su novio, un marroquí llamado Mohamed Abdeoaim, que siempre sostuvo que se había tratado de un fatídico accidente. Sin embargo, la investigación demostró que mentía y un jurado lo condenó a 22 años de cárcel. El Grupo de Homicidios concluyó que el magrebí la atacó porque Ana quería romper con él.

Los hechos tuvieron lugar en el número 22 de la calle Josep Zaforteza i Mussales, en la barriada palmesana de Es Rafal. Se trataba de una planta baja, donde había cola para confeccionar bolsas. Los vecinos alertaron al 091 de que una mujer estaba envuelta en llamas y cuando llegaron las primeras patrullas se encontraron a la víctima en la terraza, todavía consciente pero debatiéndose entre la vida y la muerte.

La joven tuvo tiempo de señalar al hombre que estaba al otro extremo de la terraza, y que resultó que era su pareja. Presentaba también algunas quemaduras en brazos y una oreja, pero sostuvo que todo se había tratado de un accidente. Que un bote de cola cayó sobre una estufa y como Ana estaba fumando cerca fue alcanzada por la deflagración. Los agentes no le creyeron y quedó detenido.

El estado de la joven eran crítico y un avión ambulancia la evacuó sin demora hasta el hospital de Vall d'Hebrón, en Barcelona, donde falleció horas después. El acusado quedó recluido en una habitación del Hospital General, a la espera de que se recuperara de sus lesiones.

El juez Antonio Garcías y el forense llegando al hospital General, para tomar declaración al acusado.

Mohamed mantuvo ante el juez Antonio Garcías que era inocente. El detenido, que fue interrogado en el Hospital General de Palma, sostuvo la tesis del accidente y que no lo provocó él, sino que fue la propia víctima. El juez, del juzgado de instrucción número 7 de Palma, sospechaba que el marroquí quemó a la mujer porque ella tenía intención de romper la relación sentimental.

El detenido negó y dijo que ella no quería romper la relación que mantenían desde hacía diez años. Mohamed relató que un bote de cola, que utilizaba en su trabajo, cayó accidentalmente sobre una estufa. Debido a que Ana estaba cerca y fumaba, se quemó. El detenido aseguró que él intentó ayudarla y también se quemó, pero no pudo hacer nada para sofocar las llamas que cubrían el cuerpo de Ana. Añadió que fue él quien consiguió abrir la puerta para que la joven saliera a la terraza, porque en su casa guardaba varias bombonas de butano, y temía que se produjera una explosión.

La versión que mantuvo el detenido no coincidía ni con el informe forense ni con las declaraciones de varios testigos. La autopsia al cadáver, que fue trasladado de Barcelona a Palma, confirmó que Ana Torres presentaba dos hematomas en la cabeza y que ambas lesiones eran mortales. Sin embargo, el detenido dijo al juez que los golpes se los produjo ella misma. «Intentó abrir una puerta que estaba atascada y se golpeó la cabeza».

La policía tomó declaración a un testigo que afirmaba que vio al marroquí arrojando un líquido espeso (podría ser la cola) sobre la mujer cuando estaba envuelta en llamas. La policía también halló restos de sangre en el taller, que son de Ana. El marroquí negó esta secuencia de los hechos y afirmó que la mujer no le dijo «¿porqué me has hecho esto?», sino que le gritaba «morito, ayúdame».

Finalmente, el presunto homicida fue llevado a juicio y la Policía Nacional pudo demostrar que había mentido y que fue él quién roció con la cola a su novia, para después prenderle fuego. Fue condenado a 22 años de prisión.