La sede de Médicos del Mundo, en la calle Picasso, de Maó. | Gemma Andreu

TW
0

Médicos del Mundo apeló ayer a que dispone de los mecanismos suficientes para cortar casos como el ocurrido en Menorca, destapado en este diario, por el que su exdelegado en la Isla ha sido acusado de agresión sexual sobre varias mujeres que ejercían la prostitución entre 2021 y 2022 aprovechándose de su vulnerabilidad.

En un comunicado la ONG internacional reitera las declaraciones de Belén Matesanz indicando que cuenta con un protocolo de protección contra el acoso y cualquier tipo de discriminación «que refleja nuestro compromiso de apoyo a las mujeres afectadas». Lamenta profundamente, asegura, «los hechos ocurridos y las consecuencias para la salud mental y estabilidad emocional de estas mujeres, y nos ponemos a disposición de la justicia para aclarar lo sucedido». De hecho, la organización ha sido imputada por el juez del Juzgado 1 de Maó por su responsabilidad en el caso.

Médicos del Mundo expone cómo actuó cuando tuvo conocimiento de los hechos, despidiendo al trabajador y denunciándolo ante la Fiscalía. La organización cuenta con mecanismos de control y prevención que aplica cuando selecciona a su personal. Hace, subraya, todo lo posible para evitar incorporaciones inadecuadas, detectar y facilitar los canales de denuncia ante cualquier comportamiento de un trabajador o un voluntario «que implique abuso de poder para aprovecharse de la posición de especial vulnerabilidad de las personas titulares de los derechos para cometer violencia sexual».

Dispone para ello del protocolo contra el acoso, la guía de conducta y actuación ética, el código de conducta internacional, implantado en 2011, que contempla la expulsión automática de cualquier implicado en abusos, «y hacemos formaciones para velar por la salvaguarda de estos derechos» a las personas que atiende y a sus equipos de intervención directa, como era la labor que desempeñaba el trabajador denunciado, desde hace seis años en la ONG.

Pese a estas prevenciones, Médicos del Mundo admite que «debemos asumir el riesgo de que algunas personas exploten su posición de poder sobre las más vulnerables para beneficio personal».