En 1987 un joven de 14 años encontró el pie de Dagmar Sprenger en Cala Blanca, en Andratx. La foto histórica es de nuestro compañero Michels. | Michel's

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¿Qué les ocurrió realmente a la joven alemana Dagmar Sprenger y a su novio Winfried Brandt? La respuesta posiblemente nunca la conozcamos, a pesar de que la Guardia Civil se entregó al esclarecimiento del caso. Sea como fuere, lo que se sabe es que la mujer en 1987 fue descuartizada en una bañera de un apartamento de Peguera y él apareció despeñado en la Torres de ses Ànimes, en Banyalbufar, a los pocos días. La sombra de la temible mafia alemana planeó siempre sobre aquellas muertes, que a día de hoy, 37 años después, siguen impunes.

Winfried tenía un turbio pasado y algunas fuentes policiales de la época lo relacionaban con el narcotráfico a gran escala en Berlín, donde vivía. Dagmar era su novia y no tenía nada que ver con los bajos fondos. De hecho, parece ser que recriminaba a su amante que participara en oscuras transacciones. La pareja llegó a finales de verano de 1986 a Mallorca. Estuvieron viviendo en Peguera hasta octubre. En diciembre volvieron, cuando los problemas acuciaban a Winfried, que supuestamente había cobrado 175.000 francos alemanes, toda una fortuna en aquella época.

Primero estuvieron alojados en un piso de la calle Ponent de Peguera, pero les resultaba demasiado caro -o esa es la excusa que trascendió entonces- y se trasladaron a otro de la calle Eucaliptus, propiedad de una compatriota que estaba fuera de la Isla. Los investigadores descubrieron a posteriori esos detalles, y otros, tras la detención de Beatrice Von Germershein y su amante Rugero Sassoli, amigos de la pareja.

El diario Baleares informó de todas las exclusivas del caso en 1987.

En enero de 1987 Dagmar desapareció de forma misteriosa. Esos días, dos menores llevaron a cabo un hallazgo macabro en Cala Blanca, en Andratx: sacaron del mar unos restos humanos de mujer. Daniel Sevilla, uno de los chicos, contó al diario Baleares: «Yo tenía 14 años y estaba pescando con mi amigo Manolo en Cala Blanca, en Andratx. Estábamos sentados en las rocas con las cañas en el agua y con las piernas en remojo. En un momento dado noté algo raro por los pies. Pensé que era algún pez, pero poco después me di cuenta de que eran huesos».

Luego, añadió: «No lo dudé ni un instante y comencé a estirar y la sorpresa fue mayúscula cuando saqué del mar la pierna de una mujer. Me asusté mucho, pero la metí en la mochila y me presenté en el cuartel de la Policía Local. Aún recuerdo la cara del policía cuando le conté que había encontrado la pierna de una mujer. No me creyó. Acto seguido la saqué de la mochila y se la puse encima del mostrador. Al agente le cambió la cara y se quedó blanco. Tras unos segundos de silencio el policía alertó a la Guardia Civil».

«Hubo una temporada en la que pasé mucho miedo. Yo conocía a los protagonistas de la macabra historia. Tenían una peluquería y yo trabajaba en un bar próximo. Al final, afortunadamente no me pasó nada», concluyó. En el momento del hallazgo, sin embargo, todavía no se sabía que era el cuerpo de Dagmar. Quince días después, en la playa de ses Estanques, en ses Salines, aparecieron otros restos humanos, en concreto un torso. El examen forense reconstruyó el puzzle: los restos eran de una mujer joven. Y había más: una dentadura postiza, con un puente de platino, podía ser la clave del enigma.

Daniel Sevilla, el joven que en 1987 halló los restos de Dagmar en Cala Blanca, en Andratx, en una imagen de 2011.

Los investigadores de la Guardia Civil se pusieron en contacto con los padres de Dagmar, que vinieron a Mallorca, y con la ayuda de un intérprete consiguieron buscar a su odontóloga en Berlín, que era una prestigiosa profesional que facilitó radiografías dentales, fotos y fichas. Al final, se confirmó que el cuerpo era de la joven y se inició la búsqueda de su novio, que estaba desaparecido. Poco después, el cuerpo de Winfried apareció despeñado en un acantilado de la torre de ses Ànimes, en Banyalbufar, un lugar elegido en ocasiones por suicidas para quitarse la vida.

A partir de ese momento, solo la declaración de Beatrice pudo arrojar algo de luz. La alemana contó que el propio Winfried le confesó que habían discutido porque ella quería acudir a la Polizei de su país y desvelar los negocios oscuros que había montado él, con dinero del narcotráfico. Según ese relato, Dagmar fue apuñalada hasta la muerte, pero después su amante se encontró con un problema: ¿Cómo podía deshacerse del cuerpo sin llamar la atención de los vecinos de Peguera?

Es entonces cuando aparece en escena un siniestro asesino a sueldo de la mafia alemana, llamado Alfred Lheman, con el que Winfried contacta y le paga para que viaje a Mallorca. Acuden a una gran superficie comercial, donde compran herramientas, bolsas de plástico y un mapa de Mallorca. Supuestamente, el cuerpo sin vida de Dagmar sigue en el apartamento de la calle Eucalipto y cuando regresan, el sicario lo descuartiza y distribuye los restos en varias bolsas. Luego, en un coche, acude de noche a ses Salines y Andratx y los arroja al mar.

Sin embargo, las corrientes le jugaron una mala pasada y el torso y el pie aparecieron al poco tiempo. De Alfred nunca se halló ni rastro y tampoco quedó clara la muerte de Winfried, que llevaba encima 400 marcos alemanes, un paquete de Ducados y unas gafas de sol. La primera hipótesis era que el asesino de Dagmar se había lanzado al mar desde aquellos acantilados, torturado por los remordimientos. Sin embargo, muchos datos no cuadraban. En la bañera donde fue troceada la joven no se halló ni rastro del crimen y en la casa tampoco aparecieron sus objetos personales: ni ropa, ni dinero, ni joyas, ni nada.

¿Y si el amante fue asesinado por la mafia para no dejar rastro? ¿Pudieron sicarios alemanes acabar con la pareja por un ajuste de cuentas? Las dos preguntas posiblemente nunca obtengan una respuesta. En cualquier caso, podemos concluir que la sombra de la mafia es alargada. Y mucho.