El pequeño Miguel, de cinco años, junto a su padre.

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Un aciago 22 de febrero de 2012, hace ahora casi doce años, un jubilado de Inca de 65 años, llamado Miguel Hidalgo Torreblanca, decidió vengarse de su mujer, Isabel Subires Romero, de 40. Y para castigar a la esposa, que se quería separar de él, mató al hijo de ambos, de cinco años. Luego, él se ahorcó en el hueco de la escalera de la casa familiar de Inca.

Esta es la crónica de un crimen atroz y un posterior suicidio que conmocionó aquella ciudad y a toda Mallorca.

Esa tarde noche la calle estaba repleta de policías y guardias civiles, así como numerosos vecinos.

La familia residía desde hacía unos años en el número 77 de la calle Muntanyeta de Inca, antigua calle 2 de mayo. La actual mujer de Miguel Hidalgo, Isabel Subires Romero, de unos 40 años, había sido su cuñada de cuando todos vivían en Lloseta. Después se separó del hermano de Miguel y se puso en relaciones con él. Ella tenía dos hijos de su primer matrimonio y con el ahora fallecido tuvo al pequeño Miguel, que el miércoles cumplió cinco años. El presunto asesino había trabajado toda su vida como albañil y en Lloseta, su pueblo natal, era muy conocido. Tenía siete hermanos y él, al parecer, era el mayor.

El atroz asesinato conmocionó a los vecinos de Inca.

La hora del espeluznante crimen del pequeño Miguel fue establecida horas antes del macabro hallazgo, por la mañana, y cuando fue encontrado su cadáver ya presentaba síntomas claros de rigor mortis. Ese día no había acudido al colegio. La madre trabajaba en el sector de la hostelería y sobre las cuatro y media de la tarde volvió a casa, sin sospechar nada.

Nada más entrar en la finca, descubrió el cadáver de su esposo colgando de una cuerda de rafia, que Miguel había comprado en una ferretería. Estaba inerte en el hueco de la escalera y la mujer, tras reponerse de la tremenda impresión, corrió al interior de la casa, angustiada por su hijo. El pequeño Miguel también había sido ahorcado en el cuarto de baño. El asesino había levantado una placa del techo y había atado la misma cuerda de rafia a la tubería del agua. Iba vestido con un pijama.

Nadie daba crédito a lo que había ocurrido en la casa de la familia Hidalgo.

Los alaridos de la madre alarmaron a dos vecinos, que corrieron en su ayuda. Entre todos bajaron el cuerpo del niño, pero no pudieron reanimarle. Isabel Subires llamó a la Policía Local de Lloseta, el pueblo donde había vivido muchos años, y desde ese organismo comunicaron lo ocurrido a la Policía Local de Inca y a la Guardia Civil. Los agentes que llegaron a la casa quedaron terriblemente impactados por el dantesco panorama que se encontraron. La Policía Judicial se hizo cargo de la investigación y durante toda la tarde los expertos del Grupo de Homicidios y la Policía Científica registraron la casa en busca de huellas.

Los residentes en Inca quedaron en estado de shock al conocer lo ocurrido.

La mujer tuvo que ser hospitalizada por un ataque de ansiedad, y después recibió el alta. La calle, esa tarde noche, fue tomada por vecinos conmocionados y todo Inca quedó sumida en la tristeza más absoluta. Al día siguiente se sucedieron los homenajes al pequeño Miguel y los actos de repulsa por el atroz asesinato. Miguel Hidalgo Torreblanca era un experto cazador y a pesar de estar jubilado realizaba algunos trabajos como albañil. Su esposa trabaja en un hotel de Can Picafort, como gobernanta. El pequeño Miguel cursaba estudios en un colegio de la zona. La investigación de la Policía Judicial de la Guardia Civil concluyó que el asesino estaba obsesionado con su mujer y no aceptaba la separación. Enloquecido, decidió atormentarla matando al pequeño Miguel.