Imagen de una de las sesiones del juicio. | Alejandro Sepúlveda

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Rachid Bennis, un inmigrante marroquí de 43 años, nunca mostró arrepentimiento. Desfiguró a su mujer Noura Hichou, de 29, y después la mató a puñaladas en Son Gibert, muy cerca del barrio palmesano de Es Rafal, en Palma. Fue condenado a 19 años de cárcel y su sangre fría siempre impactó a los investigadores. Esta es la crónica de un asesinato premeditado con alevosía y que provocó una oleada de indignación en la Isla, donde se sucedieron las concentraciones y manifestaciones.

La policía precintó la casa donde se había ocultado el asesino, con un hijo.

El domingo día 1 de octubre de 2006, Rachid siguió a su esposa hasta un parque. Estaba obsesionado con ella, no pensaba en otra cosa. Era un maltratador reincidente, que había sido denunciado y sobre el que pesaba una orden de alejamiento de Noura. La joven, ajena al peligro que se avecinaba, disfrutaba de un domingo con sus cuatro hijos. El asesino, de improviso, se abalanzó sobre ella y con un cuchillo de veinte centímetros de hoja le desfiguró el rostro, cortándole desde la nariz a la oreja. Después, le asestó otras cuatro puñaladas, dos de ellas mortales de necesidad. Antes de huir, cogió del brazo a uno de sus hijos -el de nueve años- y escapó con él, en dirección desconocida.

Las autoridades de la época guardan un minuto de silencio frente al Ajuntament de Palma.

La mujer asesinada había denunciado en cinco ocasiones a su marido, la última 13 días antes del crimen y en los juzgados de Vía Alemania. Allí explicó al juez que su marido la estaba amenazando de muerte. Las cinco denuncias estaban siendo tramitadas por el Juzgado de Violencia contra la Mujer y un juzgado de Instrucción. Asimismo, Rachid Bennis había sido condenado en febrero por un delito de maltrato y otro de amenazas, con una prohibición de acercarse a la mujer a menos de 500 metros durante dos años y ocho meses. Por todos estos hechos, la mujer había solicitado una demanda de divorcio, aunque estaba pendiente de resolución. Mientras tanto, habían dejado de vivir juntos desde hacía ocho meses.

El asesino fue detenido días después del crimen, tras fugarse con uno de sus hijos.

La fallecida contó al juez que su marido «siempre la amenazaba de muerte» y que en mayo la agredió cuando se presentó en casa de su suegra para recoger a sus hijos. En el momento en que iba a marcharse, su marido llegó y discutieron. La disputa desencadenó en la primera agresión con arma blanca de Rachid, que le clavó un cuchillo de cocina en un muslo, provocándole una herida por la que le tuvieron que practicar 12 puntos de sutura. Sin embargo, en esta ocasión la mujer no presentó denuncia, porque su suegra explicó a la enfermera que mientras Noura limpiaba la casa se había clavado un vaso. Esta primera agresión fue contemplada por tres de sus hijas. Por su parte, el marido explicó al juez que él también había denunciado a su mujer por pegar a sus hijos. Su relato, sin embargo, era falso.

68 horas duró la fuga de Rachid tras el crimen. El asesino de Noura Hichou fue 'cazado' tres días después en el piso del Camp Redó donde se escondía, junto a su hijo. El pequeño estaba bien y los servicios de menores se hicieron cargo de él. A las 10.45 horas una mujer se presentó en la comisaría de Distrito Norte de la Policía Local, muy cerca de 'Corea'. Había visto la portada de Ultima Hora y había reconocido a Rachid y su hijo. Esa fue la pista clave. El jefe superior de Policía, el legendario Elicio Ámez, ordenó un operativo conjunto con el jefe de la Policía Local, Nicolás Herrero, La casa del número 16 de la calle Fray Antonio Llinás fue rodeada. No tenía ninguna posibilidad. Los agentes solo temían que pudiera lesionar al menor, algo que finalmente no ocurrió. Rachid fue cazado en su ratonera, pero siguió sin mostrar el más leve síntoma de arrepentimiento.

Rachid durante el juicio con jurado popular en el que fue condenado.

Se había afeitado el bigote, para tratar de pasar desapercibido, pero no había contado con que la colaboración ciudadana sería su final. Fue juzgado por un jurado popular, que emitió contra él un veredicto de culpabilidad por asesinato. Luego, el juez le condenó a 19 años de cárcel. Su confesión heló la sangre de los investigadores: «Sólo quería apuñalarle en el rostro para que no se casara con otro».