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El primero de enero de 2004, Domingo Pozo Martínez decidió acabar con todo. Y con todos. Se presentó por sorpresa en la casa de su ex compañera sentimental y la mató de dos disparos, delante de sus hijos. Luego, los tiroteó a ellos, que quedaron malheridos. Tras una huida de cinco horas, se entregó a la Guardia Civil. Esta es la crónica de un crimen que conmocionó a s'Arenal de Llucmajor y que se saldó con una condena de 39 años para el criminal, que alegó que iba bebido y no recordaba nada.

Pilar Crevillent, la víctima, era viuda y tenía 41 años. Era madre de tres hijos: Jaime, José y Pilar, de 21, 18 y 16 años. Trabajaba como limpiadora en el hospital de Son Dureta, donde era muy querida. Había salido un tiempo con Domingo Pozo, pero lo dejó porque le asustaba el carácter irascible de él y porque en ocasiones la maltrataba. El criminal, por su parte, había alquilado el bar El Halcón de sa Indioteria, en Palma. Era un perdedor, recuerdan sus conocidos. No pagaba las facturas y su vida hacía aguas por todos lados, sin remisión. Iba de un lado para otro, perdido. Como un alma en pena.

Las compañeras de Son Dureta de Pilar Crevillent, desoladas tras el crimen.

Domingo solo pensaba en recuperar a Pilar, día y noche. Se había obsesionado ciegamente con ella y la espiaba y seguía a todas partes. Poco antes del crimen, en Nochebuena, fue a buscarla al hospital Son Dureta, pero dos de sus amigas se quedaron con ella, porque no se fiaban de aquel tipo de aspecto huraño, sucio y harapiento. Él, sarcástico, le espetó: "¿Qué pasa? ¿Necesitas escolta?". Pasaron los días, se acercaba fin de año, y Domingo planificó el asalto mortal a la casa de la calle Torrent 31, en s'Arenal de Llucmajor. Escogió el primer día del año y accedió a la vivienda con unas llaves que había robado a la hija menor.

Catalina Cirer y otras autoridades en Cort, en la concentración para condenar el asesinato machista.

En el salón de la casa estaba Pilar y sus tres hijos. Pili, la pequeña, intentó llamar por teléfono a la Guardia Civil, pero Domingo la golpeó. Llevaba una escopeta de caza repetidora, cargada con cinco cartuchos. Y estaba ebrio tras consumir otras tantas cervezas. Los dos hijos varones de Pilar se abalanzaron sobre él, pero el tirador consiguió alcanzar por dos veces a su expareja, que se desplomó en el suelo, herida de muerte. A los chicos también les disparó y los dejó malheridos. En la casa también estaba la novia de José, que quedó horrorizada por aquel baño de sangre.

Domingo Pozo Martínez, de 41 años, se entregó cinco horas después en la Comandancia de la Guardia Civil, en la calle Manuel Azaña, en Palma.

Domingo huyó de la escena del crimen. Todo indica que acudió a algunos bares de la zona, a seguir bebiendo, pero este dato no se pudo corroborar en el juicio. Los agentes de la Guardia Civil lo buscaron en su bar -que curiosamente días después fue desvalijado por desconocidos- pero no estaba allí. El dispositivo para dar con él fue gigantesco y cinco horas después de los hechos el asesino se entregó en la Comandancia palmesana: "No recuerdo nada", aseguró antes de negarse a declarar. Cuando le dijeron que Pilar había muerto, rompió a llorar. En realidad, interpretaba un papel. Era su teatrillo particular. De hecho, cuando habían sido novios él la había maltratado sin piedad.

El acusado, frente al jurado popular que lo juzgó en la Audiencia de Palma.

El juicio con jurado popular se celebró a finales de ese año. Quedó claro que Domingo estaba obsesionado con que Pilar le era infiel. Y quería vengarse. La Audiencia de Palma le condenó a 39 años de cárcel. La sentencia incluyó el pago de una indemnización de 67.500 euros para José, que sufrió graves heridas en los intestinos, y de 10.500 euros para Jaime, que vio reducida la movilidad en su brazo izquierdo al recibir un disparo en el hombro. La indemnización civil fue fijada en 120.000 euros. Domingo, con barba frondosa y mirada ausente, intentó hacer creer que había actuado bajo los efectos del alcohol. Y que quería mucho a Pilar. Nadie le creyó.