Jacinto Grimaldo Melgarejo, de 45 años, fue hallado culpable por un jurado popular y condenado a 37 años de cárcel.

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Un 4 de septiembre de 2005, Ángela y Santiago dormían bajo un puente, en la Vía de Cintura de Palma. Eran dos indigentes con una vida atormentada. De repente, entre las sombras de la noche, apareció un tercer 'sin techo', con un martillo de encofrador y una furia asesina. Mató de un golpe a la mujer y se ensañó especialmente con el varón, al que asesinó tras un calvario. Esta es la crónica de un doble crimen que mantuvo en vilo a Palma hasta la detención del asesino, Jacinto Grimaldo Melgarejo.

Los tres protagonistas de esta siniestra historia se conocían del centro de Ca l'Arcadia, ubicado a pocos metros de donde ocurrieron los hechos. La mujer, Ángela Uguet Páramo, de 36 años, tenía problemas con el alcohol y era muy conocida en Felanitx. Su compañero, Santiago Gonzalo García, de 49, tampoco llevaba una buena vida y había acabado en la ruta de los centros de marginados tras una existencia azarosa. Según algunos, Ángela y Santiago eran pareja. Para otros, solo amigos. Sea como fuere, parece ser que la relación con Santiago se enquistó por una serie de problemas y en la noche del 4 de septiembre el albañil decidió vengarse de ellos.

Sobre estas líneas, la funeraria y la policía traslada el cadáver de la mujer al Centro Anatómico Forense. Al fondo, el cuerpo sin vida del otro asesinado.

Jacinto, que solía trabajar en Inca, pasaba muchas noches en las inmediaciones de Ca l'Ardiaca y esa noche caminó en dirección al puente de la vía de cintura, en la calle General Riera, en dirección al aeropuerto. Había consumido sustancias estupefacientes, en concreto cocaína, y no tuvo piedad de sus dos compañeros, que dormían bajo la estructura de hormigón, en una calurosa noche de principios de septiembre. Nunca quedó claro a quién atacó primero, pero ni Santiago ni Ángela pudieron defenderse. Ni siquiera tuvieron la oportunidad. Ella recibió un tremendo martillazo, que le destrozó el cráneo. La escena quedó cubierta de sangre. Acto seguido, se dirigió al varón, con el que se ensañó salvajemente. El forense confirmó que Santiago había recibido al menos quince martillazos, en la cabeza y en otras partes del cuerpo. Murió boca arriba y a muchos metros de distancia aún aparecieron manchas de sangre. Salpicaduras de aquella noche de barbarie.

El cuerpo sin vida de Ángela, con un golpe mortal en la cabeza.

Tras el crimen, el albañil acudió al polígono de Levante, donde se deshizo del martillo de encofrador. Lo tiró a un contenedor de basura, pero la herramienta nunca fue hallada. Unos testigos, con las primeras luces del día, repararon en los dos cuerpos ensangrentados y la Policía Nacional se hizo cargo de la investigación. Los agentes del Grupo de Homicidios y de la Policía Científica inspeccionaron la escena del crimen y tras confirmar que se trataba de dos indigentes acudieron a Ca l'Ardiaca, donde se entrevistaron con numerosos usuarios. Uno de ellos era Jacinto. Algunos le señalaban por su manifiesta enemistad con la pareja y un detalle le delató: la huella de su zapato coincidía plenamente con una encontrada en el escenario del doble crimen, sobre un cartón. El cerco se fue estrechando y después hallaron restos de sangre en uno de sus pies. Jacinto, inicialmente, se derrumbó, pero después alegó una amnesia fulminante. Había consumido grandes cantidades de cocaína y, según sostuvo, no recordaba nada.

El acusado tras ser detenido, durante su traslado al juzgado de guardia de Palma.

El asesino ingresó en prisión y el juicio con jurado popular se celebró en octubre de 2007, dos años después de la carnicería del puente de la vía de cintura. Los nueve miembros del jurado tuvieron en cuenta el atenuante de drogadicción, pero descartaron que la cocaína le hubiera anulado las facultades mentales aquella noche del 4 de septiembre de 2005. La fiscal Concha Ariño solicitaba una pena de 38 años de cárcel para él y la jueza Mónica de la Serna escuchó el veredicto de culpabilidad casi por unanimidad. De hecho, ocho de los nueve miembros del jurado emitieron un fallo condenatorio. Y se fijó una indemnización de 240.000 euros para los herederos de los dos asesinados, que difícilmente podía satisfacer porque era insolvente. El albañil de Inca salió de la Audiencia con el rostro inexpresivo, camino de prisión. Fue condenado a 37 años de cárcel, pero siempre sostuvo que el polvo blanco lo había enloquecido. Que aquella noche se lo llevaron todos los demonios.