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Pequeño, de mirada torva, el desconfiado Yan Yü era un perdedor. Todo le había salido mal y, además, no sabía encajar los golpes de la vida. En la madrugada del 19 de agosto de 1999, rechazado por la mujer de la que se había enamorado, cometió su última locura: degolló a Weidi Xu en su casa y luego mató a su hijo con el mismo cuchillo. Tras la carnicería, huyó y se refugió en un bosque próximo, donde estuvo escondido dos días, hasta que el gran operativo de búsqueda dio con él. Esta es la crónica de un brutal doble crimen que conmocionó a Mallorca y en especial a Porto Cristo, hace ahora 24 años.

Weidi Xu era pintora y rechazó a Yan Yü, el camarero de su restaurante.

Weidi Xu era todo lo contrario que Yan Yü: trabajadora, muy sociable y a sus 31 años se había integrado perfectamente en Porto Cristo, donde su familia tenía un restaurante. Era pintora y sus conocidos decían de ella que era "una mujer encantadora". Su hijo David era su pasión y pasaba mucho tiempo jugando con él. También ayudaba a su padre con el restaurante familiar, donde precisamente había conocido a Yan Yü. El joven asiático no era un dechado de virtudes y poco después fue despedido, por su incompetencia. Mientras estuvo en el local, se enamoró perdidamente de Weidi, pero fue rechazado y su odio hacia la pintora comenzó a ofuscarle. Estaba despechado y furioso, y en la noche del 19 de agosto de 1999 decidió acabar con todo.

La caseta abandonada del bosque de Porto Cristo donde se ocultó dos días el asesino.

Se dirigió con un cuchillo de cocina a la casa de su compatriota, en la tranquila calle Concepción de Porto Cristo, muy cerca del mar. Weidi salía de la casa con David en brazos y se topó de bruces con él. En un primer momento no sospechó nada, porque el chino era amigo de la familia, pero Yan Yü se abalanzó sobre ella y comenzó a apuñalarla. Fue una orgía de sangre: la madre gritó pidiendo ayuda, pero finalmente el excamarero la degolló con saña. Fue tan violento que el arma le atravesó todos los músculos y casi le alcanzó la base del cráneo. Weidi se desplomó, inerte, mientras el pequeño David, de dos años. lloraba desesperadamente. El asesino no tuvo piedad: cogió al niño y también lo degolló. Algunos vecinos escucharon gritos, pero nadie salió a la calle a ver qué estaba pasando.

El juicio con jurado popular contra el doble asesino de la calle Concepción de Porto Cristo.
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Yan Yü, según contó después, tenía previsto suicidarse allí mismo, pero le faltó valentía. O quizás era un farol. En lugar de eso, emprendió una alocada huida nocturna y tomó un taxi, que le dejó cerca de un pinar. Luego se adentró en un bosque y se escondió en una caseta abandonada. A esas horas, el padre de Weidi y abuelo de David estaba inquieto. No habían llegado a cenar al restaurante y no cogían el teléfono de casa. Preocupado, se acercó a la casa y antes de entrar descubrió, en el rellano, un horripilante charco de sangre. Muy cerca, yacían los dos cadáveres degollados. Los alaridos del hombre despertaron al vecindario y se sucedieron las llamadas a la Unidad Territorial de Costas (UTC), la Policía Local de Porto Cristo. También la Policía Nacional y la Guardia Civil se movilizaron. Todos quedaron horrorizados cuando descubrieron la carnicería de Yan Yü.

El juez Eduardo Calderón leyendo la sentencia de 36 años de cárcel contra Yan Yü.

Los días siguientes fueron de una actividad frenética, enloquecida, para los equipos policiales. Empezaron a indagar en la vida del asesino y descubrieron que había actuado por despecho, porque ella lo había rechazado. Era un amor no correspondido, como otros tantos, pero el excamarero tenía una personalidad psicópata y había decidido vengarse. Trascendió que era un experto en artes marciales, lo que disparó aún más todas las alarmas, y que había llegado años atrás a Canarias. De ahí a Barcelona y finalmente a Porto Cristo, donde conoció a la familia de la pintora. El cerco se fue estrechando, mientras la psicosis se extendía por la comarca de Manacor, donde un doble asesino andaba suelto.

Una intérprete traduce las palabras del jurado a Yan Yü, que se mostró extremadamente frío.

Finalmente, dos días después, la Policía consiguió detener al prófugo, que demostró una sangre fría inquietante. Relató algunos detalles de la masacre con una sorprendente frialdad y le contó a los psicólogos judiciales que esa noche, cuando se dirigía a la casa de Weidi, tuvo una erección. El fiscal Ricardo Olivares pidió para él una condena de 40 años de cárcel, por los dos asesinatos, mientras que el abogado defensor Miguel Fiol solicitó para su cliente 12 años. Durante el juicio con jurado popular, los forenses Emilia Salas y Javier Alarcón aportaron detalles dantescos de la matanza del 19 de agosto de 1999, mientras Yan Yü los escuchaba sin inmutarse, junto a una intérprete que le traducía las palabras. En una de las sesiones del juicio, el padre de Weidi, roto de dolor, lo agredió. El criminal tampoco reaccionó. No se arrepentía de nada. Fue hallado culpable y el juez Eduardo Calderón le comunicó la sentencia: 36 años de cárcel. En prisión siguió sin derrumbarse e incluso amenazó a otros reclusos. Yan Yü, el joven asiático que tenía cara de niño bueno, en su delirio de perdedor, nunca reconoció su responsabilidad en aquella orgía de sangre y muerte de Porto Cristo.