La Policía Judicial de la Guardia Civil, con el comandante Tolo del Amor al frente, inspeccionó el velero durante cinco horas.

TW
5

El 12 de enero de 2005 el empresario alemán Gerth Wilhelm Möller, de 53 años, fue atacado mientras dormía en su velero del Port d'Andratx. La asesina fue su exnovia despechada, Sylvia Schäfer, que le reventó la cabeza con una maza, le degolló, ya muerto, con un estilete y después le cortó la venas para asegurarse de que se desangraba. No aceptaba que su ex estuviera con otra mujer. Esta es la crónica de un asesinato fríamente planificado que estremeció aquella localidad mallorquina hace ahora 18 años.

Documento de identidad del empresario alemán asesinado 12 de enero de 2005.

Gerth Wilhelm y Sylvia habían sido novios durante trece años y en junio de 2004 él había decidido romper la relación. La mujer no se tomó nada bien la ruptura y hay cartas que acreditan que le pidió retomar el noviazgo, aunque el empresario nunca dio marcha atrás. La relación antes del crimen era tensa entre ellos, pero cuando la mujer llegaba a Mallorca él le permitía que durmiera en el velero «Sy Kandahar», que utilizaba como casa flotante y también como negocio, ya que en ocasiones lo alquilaba a turistas. Gerth no era millonario y tenía cierto espíritu hippie. «Pese a su edad, ya había visto mucho mundo», recuerda uno de los investigadores que rastreó su vida tras el crimen.

Sylvia Schäfer fue hallada gravemente herida en el velero.

En la noche del 12 de enero, el aventurero alemán estaba durmiendo en uno de los dos camarotes, en su embarcación de 16 metros de eslora, de dos palos y bandera francesa. Sylvia logró acceder al interior y se dirigió directamente hacia la proa, donde estaba el varón. Furiosamente, le golpeó la cabeza en repetidas ocasiones con una maza, hasta destrozarlo, y después se aseguró de que estaba muerto degollándolo. Para rematarlo, le cortó las venas de las muñecas, de forma que se desangrara. Ella misma, tras el brutal asesinato, se acuchilló en el cuello y los brazos y comenzó a perder grandes cantidades de sangre.

A la mañana siguiente, un amigo de él, extrañado porque no tenía noticias suyas, subió al velero amarrado en el Port d'Andratx, en el muelle 32. Tenía un mal presentimiento y tras no obtener respuesta a sus llamadas, forzó la portezuela. La imagen que halló en el interior fue dantesca: Gerth yacía boca arriba sobre la cama, en medio de una espeluznante charco de sangre. Desfigurado y degollado. En la otra estancia agonizaba su ex novia. El hombre, horrorizado, salió a trompicones de la embarcación y pidió ayuda a gritos, casi sin aliento. La Policía Judicial de la Guardia Civil precintó el velero y desde la primera inspección ocular descartó un asalto violento a la pareja. Algo no cuadraba. Las manchas de sangre apuntaban a la mujer, que fue trasladada entre la vida y la muerte al hospital.

El cuerpo sin vida del empresario estaba destrozado.

Luego, tras horas de exhaustivo registro, los agentes, al mando del comandante Tolo del Amor, descubrieron que la asesina había arrojado la maza por una de las escotillas, pero había caído al interior del velero por accidente. La lanzó de nuevo al mar, pero aterrizó entonces sobre una zodiac neumática que estaba al lado. El cúter amarillo fue localizado en un cajón del «SY Kandahar». Le faltaban dos trozos de la hoja, que aparecieron en el cuerpo del empresario alemán. Descartado el robo, todo apuntó a un crimen pasional, pero en cuanto la mujer se recuperó contestó con evasivas a los guardias civiles que la interrogaron en el hospital. "No recuerdo nada", repetía Sylvia, aunque cada día que pasaba las pruebas la arrinconaban cada vez más.

Los indicios definitivos llegaron cuando se descubrió que estaba obsesionada porque su exnovio tenía una nueva ilusión. Quería volver a cualquier precio con él y envió un mensaje a la nueva compañera de Gerth haciéndose pasar por él y anunciándole que rompían la relación. Un marinero del Port d'Andratx, amigo del asesinado, hizo una declaración muy significativa: «Una vez me dijo que temía por su vida. Me contó que sabía que Sylvia no reaccionaría bien cuando se enterara que estaba saliendo con otra mujer».

La asesina condenada salió de la Audiencia de Palma con los ojos abrasados en lágrimas.

El juicio de la presunta asesina se celebró en Palma en enero de 2007, dos años después de cometerse el salvaje crimen del velero. El jurado popular, tras escuchar todas las versiones, alcanzó por unanimidad un veredicto de culpabilidad contra Sylvia Schäfer, que cuando atacó a su ex novio tenía 58 años, cinco más que él. La hallaban culpable de un delito de asesinato. Fue condenada a 18 años y medio de prisión y a pagar una indemnización de 180.000 euros para los dos hijos del empresario. La mujer, vestida con un traje chaqueta oscuro y unos botines de piel, escuchó con los ojos muy abiertos al intérprete cuando le traducía al alemán la pena. Luego, con lágrimas, se giró desde el banquillo hacia sus familiares y pronunció unas palabras ininteligibles. Durante tres días, le habían permitido sentarse en un sillón más cómodo, debido a su frágil estado de salud, pero el día de la sentencia se acomodó en el duro banco de madera de la Audiencia para escuchar la decisión judicial. Su suerte estaba echada.

Cuando salió de la sala, siguió balbuceando palabras inconexas y se dirigió con paso torpe al coche de la Policía Nacional que le esperaba en la puerta, para trasladarla a la cárcel de Palma. Estaba ida, con la mirada perdida, y un agente, amablemente, le agachó la cabeza porque iba a golpearse con el marco de la puerta. Ya sentada en el automóvil, volvió a mirar a los periodistas, con los ojos abrasados en lágrimas, y emitió otra frase que nadie pudo entender. Nunca.