Jóvenes mallorquines apuntan sobre los riesgos de los nuevos métodos de agresiones en discotecas. | Marina J. Ramos

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Preocupación entre los jóvenes de Mallorca sobre las recientes informaciones de pinchazos en discotecas. La problemática ha sacudido los medios de comunicación y redes sociales en las dos últimas semanas, con relatos de víctimas de la llamada sumisión química. La Guardia Civil investiga por el momento cuatro denuncias en Mallorca y dos en Ibiza, todas ellas de mujeres, que habrían sufrido uno de estos pinchazos entre junio y julio de este año.

A medida que las noticias proliferan, se conocen más víctimas, amigas de amigas. Es el caso de Marta Pujadas, palmesana de 18 años, quien ha sabido que una de sus conocidas ha sufrido de sumisión química: «En una noche, de fiesta, se empezó a marear y le dieron temblores. Se lo dijeron a los trabajadores de seguridad del local y las amigas que estaban con ella la llevaron al hospital». Marta, muy indignada con este tema, subraya que las principales víctimas de acoso son mujeres: «A mí me ha pasado de estar de marcha y que un tío me insista en beber de un cubata. Siempre voy con mucho cuidado porque estas cosas, desgraciadamente, pasan con mucha frecuencia».

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Carla Urbano reconoce que con las noticias que están saliendo a la luz «entra el miedo e intentamos ir con más cuidado. Siempre estamos juntas y no nos separamos». Sergio Servando y Pau Gomila, palmesanos de 18 años, también han aumentado las precauciones a raíz de la alarma social: «La última vez que salimos hicimos como un 'planning' por si pasaba algo. Acordamos que a la mínima que notáramos saldríamos a la terraza todos juntos». La inquietud frena a algunos a acudir a discotecas y se decantan por quedarse en casa, como declaraba este martes por la mañana Lourdes Sosa: «Vas con miedo. Sinceramente, la gente casi prefiere quedarse en casa entre amigos que salir de fiesta».

No es ya solo el hecho de poderse ver sometido, sin voluntad, a los designios de un desconocido, sino que preocupa también el uso de agujas reutilizadas. Paula Zabala y Paula Trenado, jóvenes palmesanas y enfermeras, advierten que «en este tipo de casos seguro que no se preocupan en cambiar las agujas, por lo que pueden transmitir cualquier tipo de enfermedad». Ambas recalcan que, ante la mínima sospecha hay que avisar, refugiarse y acudir posteriormente al médico.

Las nuevas generaciones, por lo general, muestran un muy alto nivel de conciencia sobre los peligros de la noche. Subrayan la importancia de no beber de copas ajenas, no separarse del grupo de amigos y llevar siempre el móvil a mano, para pedir ayuda en caso de emergencia. «Siendo mujer, el acoso es una realidad con la que vives. A lo mejor no es un pinchazo o una pastilla, sino tocarte el culo o intentar cogerte del brazo. Siempre estás alerta», lamenta Emma, considerando esta práctica como una más de las agresiones de carácter machista. La mayoría de los encuestados reclama más controles de seguridad y, sobre todo, políticas educativas para prevenir comportamientos de este tipo.