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Joan Llompart (Palma, 1957) ingresó en el cuerpo de la Policía Local de Palma en el año 1980. Tras 42 años de servicio, el popular y a la vez controvertido inspector Llompart se jubiló el pasado viernes. A las 14 horas, se despidió de sus policías, cerró su taquilla y abandonó el cuartel de San Fernando.

Se marcha una leyenda de la Policía Local de Palma. ¿Ha sido duro decir adiós?
— Mucho. Me voy sin rencor, con la satisfacción del trabajo bien hecho y con la conciencia tranquila de haber dejado una huella entre mis compañeros, para algunos, positiva y para otros negativa.

¿Le han obligado a jubilarse?
— Sí. Yo quería seguir. El Estatuto de los trabajadores me permite seguir hasta los 70. Lo he solicitado por escrito de forma oficial hasta en tres ocasiones, pero no me dejan. Lo curioso es que a otros mandos más ‘afines y dóciles’ se lo han permitido.

¿Y qué piensa hacer?
— Ya lo he hecho. He denunciado al Ayuntamiento. En un contencioso, si resulta que deriva en prevaricación, el funcionario que ha tomado la decisión, que se atenga a las consecuencias. Tengo una cosa muy clara, si yo fuera un mando sumiso me dejarían jubilarme a los 80 años.

¿Por qué ha sido un mando tan incómodo?
— Porque digo las cosas como son. Soy el único que a una comisaria le digo que no puede salir a la calle sin gorra. Es un ejemplo tonto, pero hay que ser coherentes y predicar con el ejemplo. El último día de trabajo dicha comisaria iba presumiendo de que ahora que Llompart ya está jubilado ya podría salir a la calle sin gorra.

¿Cómo valora la situación actual de la Policía Local de Palma?
— La policía está dividida. Uno de los grandes problemas de nuestro Cuerpo es la gran vinculación política que tiene. Policías que de la noche a la mañana se convierten en directores de área políticos, luego vuelven a sus cargos policiales mediante puertas giratorias. Un cabo o un subinspector que de la noche a la mañana se convierte en comisario o en intendente jefe de la policía. Estas cosas nos restan profesionalidad.

A usted le expedientaron y acusaron de haber permitido una fiesta ilegal en el cuartel durante la pandemia. Finalmente, se archivó su caso y fue declarado inocente. ¿Cómo lo valora?
— Me acusaron de unos hechos que sucedieron en un turno donde yo no estaba. En las cámaras se ve perfectamente que no estaba, pero aun así, me expedientaron. Buscaban un cabeza de turco y al final la jugada les salió mal. Por cierto, tanto el jefe de policía como la regidora mintieron descaradamente al alcalde de Palma a sabiendas de que las cámaras de seguridad no dejaban lugar a inequívocos. Y con sus mentiras, hicieron que el Alcalde dijese falsedades a la prensa.

¿Cómo vivió el ‘caso Cursach’?
— Muy mal. Quiero que quede claro que no pongo la mano en el fuego por nadie porque, entre otras cosas, nadie la pondría por mi. Si hay policías corruptos hay que acabar con ellos, pero lo que no se puede hacer es señalar y poner en el punto de mira a cientos de buenos agentes y saltarse la presunción de inocencia. Al final se está demostrando que juez y fiscal estaban equivocados y que hubo una persecución indiscriminada contra policías inocentes.

¿Está dolido?
— Mucho. De mi llegaron a decir que me iba de putas, que dábamos palizas, que nos quedamos el dinero... Auténticas barbaridades y falsedades. Me tuvieron cuatro años y medio suspendidos de funciones. Me costó el matrimonio, perdí la casa y tuve que vivir en un garaje. Si no hubiera sido por la ayuda de mis hijos y de amigos hubiera acabado en la calle. Lo peor, entré en una gran depresión ... afortunadamente, ya estoy recuperado.

¿Cómo fue su regreso al cuartel tras levantar el juez las medidas?
— Duro. En 2019, al llegar a San Fernando, me destinaron al 092, dependiendo del mayor Bravo (superior directo). Me tuvo casi un año sentado en una mesa sin mandarme absolutamente nada. Me pagaban por estar sentado todo el día en una silla y una mesa sin recibir ni una sola orden. ¿Eso es mobbing? Yo entiendo que sí y por ese motivo lo denuncié.

¿Qué le falta a la Policía Local de Palma?
— Inversión. La seguridad es cara, pero muy necesaria. Falta invertir en medios humanos y materiales. Pero lo más importante, desligar la policía de los políticos. Son nefastos, que dejen trabajar a los técnicos

Quién ha sido para usted el mejor jefe durante toda su carrera?
— Le diré tres. En un 60 % Feliu y, el 40 % restante,  Mut y Herrero. Sin duda alguna, el actual jefe, José Luis Carque, es el peor que he tenido, no me ha enseñado nada y no ha dejado huella en mí. Este hombre vino a Palma con un destino dorado, a cobrar y a jubilarse. A Palozie no lo conocía como mando. No se puede mandar y tratar de quedar bien con todo el mundo. Un jefe que intentó dar la cara por sus subordinados y fue brutalmente reprimido e injustamente suspendido. Todavía paga las consecuencias. Me refiero al comisario Morey.

¿Y cómo valora los alcaldes?
— Sin duda alguna el mejor para la Policía Local fue Ramón Aguiló. Catalina Cirer era muy cercana y Aina Calvo pasó sin pena ni gloria mientras que Mateo Isern fue un político que vendió mucho humo. Los peores, Hila y Noguera.

Se marcha. ¿Un recuerdo?
— Un recuerdo para todos aquellos buenos policías, muchas veces no reconocidos, que se han jugado la vida por los ciudadanos, y que de verdad sienten la función que realizan. Tienen todo mi respeto. El viernes, a las 14 horas, bajé las escaleras del cuartel arropado por algunos compañeros. No había mandos ni políticos. Tampoco los quería, son el cáncer del Cuerpo. Además, debían estar muy ocupados.