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Las obras del vallado del parque Wifi de Palma avanzan a buen ritmo. Según fuentes próximas a Cort a las que ha tenido acceso Última Hora, está previsto que el cierre perimetral completo del conflictivo recinto concluya a principios del mes de febrero. La Policía Local y el Cuerpo Nacional de Policía confían en que cerrar por las noches las instalaciones contribuirá en buena parte en reducir el número de actuaciones, peleas, botellones incontrolados y que integrantes de grupos o pequeñas bandas latinas campen a sus anchas perpetrando robos, abusos sexuales o atemorizando al barrio refugiados en dicha zona.

El parque Wifi de Palma, frente a la Comandancia de la Guardia Civil, se ha convertido en un quebradero de cabeza para los vecinos, que cada noche soportan botellones, ruidos infernales, peleas, sexo y trapicheos de droga. Por la mañana, las instalaciones están llenas de basura, botellas rotas y un insoportable olor a orín.

Pese a la proximidad de la Benemérita, sus agentes no pueden actuar porque se trata de una competencia de la Policicía Local al tratarse de incumplimientos de ordenanzas municipales. Por su parte, la Policía Nacional también participa de los diferentes operativos referentes al tráfico de drogas, robos, abusos o en materia de seguridad ciudadana. El asunto no es de ahora. Ni siquiera empezó con la pandemia. Meses antes, la situación se descontroló por completo en ese parque del Polígono de Levante, que colinda con calle Manacor. En las casetas de acceso al aparcamiento se han detectado casos de prostitución juvenil y las peleas están al orden del día. Con el cierre de la conocida popularmente como 'Casa del Terror', los menores se refugian en la plaza para mantener sexo con adultos a cambio de dinero.

Los vecinos llevan años denunciando que junto al parque Wifi hay una pista polideportiva que se la ha adueñado una banda juvenil. De hecho, a según qué horas, exigen un pago a los usuarios que querían utilizarla, a pesar de que es pública. También se detectaron apuestas entre grupos rivales, que juegan a futbito o baloncesto y el público puede jugarse dinero a favor de un equipo u otro, de forma clandestina. Esta situación provocó en su día auténticas batallas campales al término de los encuentros, por el descontento de los apostantes perdedores.

Ahora, el cierre del recinto y una mayor presencia policial pretende poner fin a un parque marcado por la violencia extrema y los actos delictivos.