Agentes de la Policía Nacional conducen a uno de los cuatro detenidos por el homicidio de Samuel Luiz al interior de los juzgados de la Coruña. | Efe - Cabalar - Cabalar - EFE - EFE

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Álex solo pudo vivir 9 años. Hace apenas tres meses un hombre en libertad condicional acabó con su vida en la localidad riojana de Lardero. Fue uno de los sucesos de la crónica negra de 2021 que más impactó a los españoles, aún no repuestos del terrible final de Anna y Olivia, las niñas de Tenerife víctimas de la más cruel violencia vicaria. Sus nombres acompañarán en el recuerdo de las páginas de sucesos del segundo año de la pandemia a los de Samuel, Isaac... y a los de las 42 mujeres que han muerto hasta ahora víctimas de la violencia machista. También a los de los seis menores a los que esta lacra ha arrebatado la vida. Ya sea por la pandemia o por cualquier otro motivo que los expertos en criminología puedan esgrimir, lo cierto es que las tasas delincuenciales están alcanzando mínimos históricos.

Un descenso de la criminalidad que se traslada también a los homicidios y asesinatos consumados. Hasta septiembre de este año, según datos del Ministerio del Interior, la cifra era de 206 frente a los 242 de un año antes. Pero la crónica negra del año no se resume solo en lo que ha pasado en esos 365 días. También recoge lo anterior, aquellos crímenes aún no del todo esclarecidos, aquellos que sobrecogieron a la mayoría de los españoles que hoy, con más tiempo en casa y a golpe de mando, rememoran en forma de serie televisiva. Ejemplo de ello son los casos de las niñas de Alcàsser, Marta del Castillo o Rocío Wanninkhof, tan mediáticos ahora como lo fueron en el año en el que ocurrieron.

Quizá esta nueva «presión mediática» ha «removido» la investigación en alguno de ellos. 2021 se estrenó, a su pesar, con «Filomena». El paso de este temporal de nieve dejó cuatro muertos y el caos en numerosas ciudades, entre ellas la capital. Fueron muertes accidentales como las que provocaron algunos incendios o las que causó la carretera. Otras, como las 206 contabilizadas hasta septiembre, fueron en su inmensa mayoría intencionadas. Algunas dejaron víctimas muy jóvenes, entre ellas las que figuran en el titular de esta crónica. Las cinco sumaban 58 años, desde el apenas un año que había cumplido Anna hasta los 24 de Samuel. Por la edad de las víctimas, por las circunstancias de su muerte y por el impacto social de cada caso, Efe ha elegido cuatro sucesos que resumen la crónica negra del año.

Causar el mayor dolor que se pueda imaginar

27 de abril. Una madre de Tenerife denuncia la desaparición de sus hijas Anna, de un año, y Olivia, de seis. Su exmarido y padre de las pequeñas, Tomás Gimeno, la llamó por teléfono y le dijo que no las volvería a ver, ni a él tampoco. Desde esa fecha se inició una intensa y desesperada búsqueda, que no decayó porque iban apareciendo datos y pistas que mantenían esperanzada a la familia. No se escatimaron medios y la Guardia Civil hizo uso del buque oceanográfico Ángeles Alvariño, del Instituto Español de Oceanografía, para buscar a los tres desaparecidos en el fondo del mar tras hallarse una botella de submarinismo y un edredón pertenecientes al padre. Así que la búsqueda se centró frente al Puertito de Güímarel, donde se perdió la geolocalización del teléfono móvil de Gimeno. El 10 de junio, dentro de una bolsa y a mil metros de profundidad, se halló el cuerpo de Olivia. Los de su hermana y su padre no han sido hallados. Leer el auto del juez del 12 de junio basta para resumir el caso: Gimeno habría presuntamente dado muerte a las niñas en su finca de Igueste de Candelaria y, posteriormente, arrojado sus cuerpos al mar en un plan preconcebido que tenía como fin provocar a su expareja el mayor dolor que pudiera imaginar.

Buscan a tres miembros de una misma familia desaparecidos en abril en Tenerife
Cartel difundido para la búsqueda del padre y las niñas de Tenerife

Samuel Luiz, ¿un crimen homófobo?

3 de julio. Samuel Luiz, de 24 años, muere tras ser agredido por varias personas a las puertas de una discoteca en el paseo marítimo de A Coruña, al parecer al grito de «maricón». Su muerte tuvo lugar en la semana de Orgullo Gay y, desde el primer momento, tanto las organizaciones LGTBI como los más diversos partidos políticos no dudaron en calificarla como un crimen de odio. Las calles se llenaron de manifestaciones contra la homofobia. Pero aún hoy, casi seis meses después de la muerte de Samuel, golpeado sin descanso por un grupo de jóvenes durante al menos seis minutos, según la investigación, no ha quedado claro el móvil del asesinato, en cualquier caso cruel. «Deja de grabar. A ver si te voy a matar, maricón».

Esa es la frase que el sumario recoge del atestado policial. Y la pronunció uno de los detenidos al creer que Samuel le estaba grabando con su móvil, cuando al parecer realizaba una videollamada en compañía de una amiga. Más tarde se supo que pocas horas antes del fatal suceso, el grupo de Samuel y el de los agresores mantuvieron una fuerte discusión en la discoteca. Siete jóvenes fueron detenidos y tres de ellos están en prisión. ¿Fue un crimen homófobo?

El túnel que apagó la música de Isaac

14 de julio. Isaac tenía 18 años y padecía síndrome de Asperger, una enfermedad que no le impedía dedicarse al rap y al reggeaton. Tenía proyectos y ya había firmado un contrato con una discográfica. Pero en un túnel de la calle Comercio de Madrid su música se apagó. Cuatro jóvenes, tres de ellos menores de edad, le persiguieron por el túnel que une dos distritos de la capital y le asestaron varias puñaladas. Mientras, al otro lado del teléfono móvil su amigo Eneko con el que hablaba Isaac fue testigo involuntario del crimen. Su testimonio fue clave. Isaac fue víctima de la venganza de una banda latina a la que, según las pesquisas, no quiso unirse. Víctima de las periódicas peleas entre bandas juveniles que no terminan de erradicarse en las grandes ciudades. Víctima de uno de esos crímenes que su madre, Nines, consideró «error de la sociedad».

«Que Álex sea el último»

28 de octubre. «Que Álex sea el último y no haya más». Roto de dolor, Gonzalo Martín pronunciaba esta frase en el homenaje a su sobrino nieto en Lardero (La Rioja), el niño de 9 años asesinado por un depredador sexual que se encontraba en libertad condicional. Vestido de «la niña del exorcista» ante al proximidad de Halloween, Álex jugaba en un parque, como hacía habitualmente, cuando Francisco Javier Almeida, dos veces condenado por agresión sexual, se llevó al pequeño a su casa. «El hombre que vigila» se lo llevó, alertó una niña de 11 años. Álex fue hallado en el rellano de las escaleras en brazos de su depredador, muy grave e inconsciente. Murió allí mismo. Su muerte llegó hasta el Congreso y avivó en los dos principales partidos de la oposición, PP y Vox, su acerada crítica al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, a quien una vez más quisieron reprobar. Esta vez, los reproches eran por la libertad condicional de la que gozaba el asesino. Marlaska se defendió: fue un juez quien le dejó libre. La familia cree que el asesinato se podía haber evitado. Y quiere pasar su duelo en privado. Es su derecho.