María Gracia, vecina de la calle Darwin del Coll d'en Rabassa, tiene miedo de salir de casa. | Alejandro Sepúlveda

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María es una vecina del Coll d'en Rabassa que está viviendo una auténtica pesadilla. Lleva años soportando las molestias de vivir colindando con la terraza de un local frecuentado por narcos, toxicómanos y clientes que poco o nada respetan el descanso de las personas. Con motivo de la pandemia y las prohibiciones    impuestas por las autoridades sanitarias, la situación se ha visto seriamente agravada.

«Los clientes salen a fumar al exterior y los responsables del Punt de Joc, para evitar ser sancionados, les piden que se vayan a la vuelta de la esquina. Es decir, al patio de mi vivienda. Una vez allí, no dudan en consumir droga, fumar, beber y lanzar las botellas en mi propiedad e incluso inyectarse la heroína. Además, de orinar en mi fachada», apunta María Gracia.

Uno de los puntos más delicados de esta situación es que en el domicilio familiar también residen personas de avanzada edad, teniendo que ser atendidas en un centro médico por un cuadro de ansiedad y stress. «Vivir aquí es una pesadilla. Cuando a las tantas de la noche ya no aguantamos más y tenemos que salir al patio para recriminar a los clientes su comportamiento, éstos toman una actitud violenta y agresiva teniendo que solicitar la presencia policial en numerosas ocasiones. Hemos interpuesto numerosas denuncias. Estamos desesperados», apunta María.

Punto de vista

Todos los días tienen que recoger del patio envoltorios de droga y jeringuillas

La situación que está padeciendo esta familia de la calle Darwin del Coll d’en Rabassa es muy preocupante. Tras interponer numerosas denuncias ante la Policía Local de Palma, Ajuntament y Cuerpo Nacional de Policía, de momento, todo sigue igual. «Todos los días nos encontramos una gran cantidad de envoltorios de las papelinas de cocaína y heroína, jeringuillas, colillas y botellas.Contactamos con la empresa que gestiona el Punt de Joc y, con muy buenas palabras, nos dicen que mirarán de arreglar la situación y que nos entienden, pero al final no hacen nada», concluyen los integrantes de la familia afectada.