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La Audiencia de Palma acogerá desde el lunes el juicio a un hombre de 43 años que se enfrenta a 18 años y medio de prisión acusado de maltratar, lesionar, amenazar y agredir sexualmente a su mujer en su domicilio de Pollença.

Según recoge el escrito de la Fiscalía, en noviembre de 2017, el acusado, de nacionalidad rumana, discutió con su mujer en el domicilio familiar y ante los hijos menores de la pareja debido a los celos por una conversación telefónica que la presunta víctima había mantenido con sus familiares.

Durante la disputa, el encausado le colocó un cuchillo de cocina en el cuello y la amenazó con cortala «a pedazos», meterlos en bolsas, enviar parte a los familiares y el corazón a la madre.

Además, el ministerio público acusa al hombre de golpear a su pareja, que requirió puntos de sutura en el labio inferior, así como de obligarla a grabarse reconociendo que se acostaba con otros hombres, con el fin de enviar la grabación a sus familiares.

La acusación pública también sostiene que el hombre agredió sexualmente a su pareja en el baño y que la obligó a limpiar la sangre de sus heridas bajo la amenaza de tirarla por el balcón. También amenazó con tirarse él por el balcón con sus hijos si contaba algo de lo sucedido.

La mujer, que interpuso una denuncia ante la Guardia Civil, sufre desde entonces estrés postraumático, síntomas ansioso-depresivos, baja autoestima y una «especial» vulnerabilidad psicológica, según denuncia la fiscal.

El ministerio público reclama para el presunto maltratador la prohibición de aproximarse a menos de 500 metros de la víctima durante 31 años, así como una indemnización por casi 16.000 euros por las lesiones y el daño moral derivado de la agresión sexual y los episodios de maltrato.

Desde finales de septiembre de 2019, el hombre tiene prohibido acercarse a menos de 200 metros de la mujer o contactar con ella, tal como acordó un juzgado de instrucción de Inca.

La Fiscalía subraya que el acusado ya agredió físicamente a la mujer en varias ocasiones cuando residían en Rumanía, incluso cuando los niños estaban en la vivienda, porque sabía que ella no gritaría para evitar asustarles.