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Aunque estaba de baja, el fiscal Miguel Ángel Subirán pasaba a menudo por la sede de la Fiscalía de Baleares, en la ‘plaza de los Patines’. Hablaba con unos y con otros, a menudo con compañeros con los que había tenido encontronazos antológicos. Está cercado por la investigación por graves ilegalidades en la instrucción del ‘caso Cursach’. Tiene un expediente abierto por parte de la Inspección Fiscal tras un incidente en los juzgados y está fuera de la Fiscalía Anticorrupción. En esas conversaciones, se quejaba con amargura de la que dice es una persecución en su contra y buscaba alguna complicidad. Ahora queda aclarado el motivo de sus visitas: Subirán lleva al menos un año grabando cada conversación que mantiene con jueces, fiscales y cargos policiales. Ha hecho saber que acumula decenas de grabaciones y que piensa emplearlas.

Él y su compañero en la investigación, el juez Manuel Penalva, ya han entregado dos de esas grabaciones en los juzgados. Una con el subinspector del Grupo de Blanqueo de la Policía Nacional y otra con el fiscal Eduardo Navarro. El primero no sabe cómo quitarse de encima a Subirán en la conversación y éste intenta como sea que hable de supuestas presiones de la cúpula policial. La grabación se difunde además apenas tres días después de que el subinspector declarara como investigado ante la juez Carmen Abrines que investiga las irregularidades y se desmarcara de la línea de defensa de los otros tres agentes de Blanqueo, Penalva y Subirán. Con esa conversación el juez y el fiscal pretenden que la Audiencia ordene admitir a trámite la querella que ambos presentaron contra mandos policiales. La juez que la examinó la rechazó porque consideró que los hechos denunciados no eran delito, no por falta de pruebas.

Objetivos

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Con la conversación con Navarro, Subirán y Penalva persiguen otro objetivo: el fiscal Juan Carrau. Intentan demostrar un interés desmedido de este para acumular la causa por falso testimonio contra la Madame. Navarro cuenta de lo que había constancia: que Carrau le pidió la causa que él llevaba y que se quejó de ello ante el fiscal jefe, Bartomeu Barceló. Se cierra en banda cuando Subirán busca tirarle de la lengua y que emita opiniones sobre la causa. Intenta cargar contra Carrau, quien fue su principal respaldo dentro de la Fiscalía hasta que informó a favor de recusar a Penalva y más tarde estalló el caso de los WhatsApp.

La constancia de que durante meses Subirán acumuló grabaciones provoca malestar y estupor pero no llega a indignar: un movimiento de alguien desesperado. No se entiende tanta grabación si no hubiera nada que tapar. Algunos intentan recordar qué le dijeron exactamente por si algo puede ser sacado de contexto. La coincidencia es que las dos conversaciones que ha desvelado hasta ahora no acreditan nada espectacular. Hay quinielas sobre quiénes más son los grabados: la cúpula de la Fiscalía de las Islas y de Madrid, jueces destacados.

Cuestión distinta es las consecuencias que pueda tener para Subirán la maniobra. Lo evidente es que quema los puentes. ¿Quién va a hablar con quién presume de grabarlo todo? Otra cosa es si pueden derivarse nuevas responsabilidades disciplinarias por grabar a compañeros, algo en la mesa de la Inspección Fiscal. Aportar a un juzgado grabaciones en las que uno mismo participa es válido como prueba y no está castigado. Cosa más delicada es que esas charlas se hagan públicas. El comisario Villarejo amenazaba con las grabaciones que acumuló durante años cuando estaba en prisión. Ahora hay un Villarejo por la ‘plaza de los Patines’.