Una de las escenas que deja las inmediaciones del barrio. | Alejandro Sepúlveda

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Es difícil pasear por Pere Garau y no encontrar una peluquería. A izquierda y derecha. Donde mires y donde te alcance la vista vas a encontrar una. Y todas con clientes. Caminar un viernes por la mañana por allí es palpar la vida que desprende el barrio. Las terrazas de los bares presentan un lleno casi absoluto. La gente camina con dificultad por el peso de las bolsas tras visitar el mercado.

De un tiempo a esta parte, este barrio de Ciutat se ha convertido en una de las zonas de moda de Palma. Muchos ciudadanos han encontrado en este enclave palmesano una manera de seguir viviendo en el centro y evitar los precios abusivos de otros lugares de la capital balear. Pasear por la mañana por allí es encontrar un barrio vivo, repleto de gente. Hasta idílico. La cosa cambia cuando el Sol se esconde. En ese momento distintos puntos del distrito se convierten, según los vecinos, en «algo parecido al Bronx».

Conflictos

A solo una manzana de la central de una conocida entidad bancaria, de la calle Manacor o a dos de El Corte Inglés de Avenidas, agitan la noche varios puntos conflictivos. «Tenemos una casa okupa que alberga a magrebíes y subsaharianos, principalmente, y que sabemos que pagan 100 euros al mes por estar allí. No te puedes imaginar el olor que sale de ahí cuando pasas por la puerta», explica un jubilado.

No muy lejos de ese punto encontramos un bar. Aparentemente normal, como muchos que alberga el barrio, pero que se transforma de noche. Hace unas semanas la Policía Nacional tuvo que intervenir por un apuñalamiento tras desatarse una brutal pelea en el interior del establecimiento. Podría ser un caso aislado, pero ni mucho menos lo es. Y así lo atestiguan los residentes.

«Hemos visto peleas con cuchillos, palizas de varios contra uno, coches esperando con el motor en marcha a que termine el ajuste de cuentas para salir a toda prisa...», describe con pulcritud un residente, que añade que él, como muchos otros, está harto de este tipo de situaciones. «Tiene licencia para abrir hasta las 00 horas, pero se queda abierto toda la noche y aquí nadie hace nada. Es imposible dormir», se lamenta. Una mujer que regresa a casa tras su visita al mercado relata el calvario que se le presenta casi a diario. «Tengo una hija y me da miedo cruzar por aquí –señalando la calle del bar en cuestión– para llevarla al colegio. Tengo que dar la vuelta a la manzana para evitar cualquier problema. Así no se puede vivir», sostiene. Y remarca que, a pesar de ello, «el barrio es fabuloso, pero tendrían que acabar con este tipo de cosas».

Los residentes reclaman mayor vigilancia policial. El presente y futuro del barrio de Pere Garau está en juego.