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La Audiencia de Coburg (Baviera) condenó este miércoles a catorce años de cárcel a una madre, por la muerte de ocho bebés recién nacidos, mientras que absolvió al padre de los niños, al que la Fiscalía imputaba complicidad en los hechos.

La mujer, de 45 años, fue declarada culpable del homicidio de cuatro de esos bebés, que se considera probado vinieron al mundo vivos, mientras que los restantes no se ha podido establecer si murieron al nacer o poco después del parto.

La Fiscalía había pedido para la mujer cadena perpetua, con el argumento de que ésta había asesinado a sus bebés sin ninguna presión o emergencia que se pueda considerar atenuante, mientras que para el padre solicitó cuatro años de cárcel.

«En un caso como éstos son muchos los que creen saber lo que es correcto y consideran que corresponde encerrar de por vida a una madre horrible como ésta», apuntó el juez, en la lectura de la sentencia.

Sin embargo, corresponde a la Justicia «no tratar de justificar», sino de «establecer unos hechos», desde una perspectiva jurídica, y en ese caso lo que se corresponde, a su parecer, es una condena por homicidio en los cuatro casos probados.

Restos

Las muertes de los recién nacidos se produjeron a partir de 2003, pero los cadáveres de los pequeños fueron hallados de manera fortuita en noviembre del año pasado, en una vivienda de la localidad bávara de Wallenfels donde había vivido la pareja.

Una persona alertó entonces a la policía del macabro hallazgo, tras encontrar restos humanos envueltos en toallas y bolsas de plástico en esa casa.

Por entonces la pareja ya se había separado y la madre fue localizada en una pensión de otra población bávara, acompañada de otro hombre.

La Fiscalía pedía cadena perpetua, con la solicitud expresa de que la mujer pasara en prisión al menos 20 años -el tiempo máximo de permanencia en la cárcel en Alemania, a la práctica, para casos considerados especialmente graves.

La defensa no presentó una petición concreta, pero consideró que no se trataba de asesinato, sino de homicidio y que su defendida actuó movida por el pánico a tener más hijos.

El juicio contra la mujer se había abierto con una amplia confesión de ésta, a través de su abogado, en la que admitía haber matado a varios de los bebés, pero sin poder precisar a cuántos.

Su abogado explicó que tras cada parto envolvía la cabeza del bebé en una toalla y apretaba si notaba señales de vida, pero que no sabía en cuántos casos ocurrió exactamente; pudieron ser dos, tres o cuatro, señaló.

El abogado de la mujer explicó que la pareja -que tenía ya tres hijos en común más otros dos cada uno de relaciones anteriores- no deseaba más hijos y que el hombre le habían presionado para que se sometieran a una esterilización, algo a lo que ella se negó.

Según su relato, al quedarse de nuevo embarazada en 2003 se lo contó a su pareja, que se enfadó y le instó a abortar, por lo que a partir de entonces evitó cualquier pensamiento sobre la gestación.

Un informe forense determinó que la procesada era responsable de sus actos, pese a sufrir trastornos psíquicos y alcoholismo.

El hombre, de 55 años, tuvo que ser consciente tanto de los ocho embarazados como de la muerte de los bebés, según la Fiscalía, mientras que para la defensa éste no fue consciente siquiera de que su mujer volvía a estar embarazada y menos aún de los nacimientos.

El caso de Wallenfels hizo recordar otros sucesos similares ocurridos en el país en los últimos año, el más grave el protagonizado por Sabine H. en el estado de Brandeburgo (este).

En 2005 se descubrió que la mujer había asesinado en la década de los noventa a nueve de sus trece hijos al nacer y ocultado sus cadáveres en distintos maceteros.