El monitor acusado de abusos sexuales, durante la segunda jornada del juicio en la Audiencia. | Guillermo Esteban

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En un principio, relata la ex monitora de un colegio de Palma, todo iba bien porque se llevaron a cabo los cambios que ella propuso. Corría el año 2010. En la «sala de dormilones» del centro educativo su trabajo consistía en lograr que los 40 niños, de tres años de edad, durmieran en las colchonetas repartidas a ras de suelo del aula. Con el tiempo observó un comportamiento extraño en un compañero. «Se tapaba cuando no era necesario ni la niña lo requería. Incluso cuando hacía calor», cuenta la mujer sobre el hombre, de 31 años, acusado de reiterados abusos sexuales a varias niñas a lo largo de ocho meses.

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La empleada, tras observar durante «mucho tiempo» la actitud del joven, optó por informar al jefe de estudios. De lunes a viernes iba cuatro días a hablar con él. «Me decía que evitara la situación, se llegó a cansar de que fuera a verlo tan a menudo». Cuando los padres de una de las menores denunciaron, el coordinador le contó que ya había salido todo a la luz. Le dijo que el monitor no fue a trabajar aquel día «porque una nena ha hablado».«Veía una actitud que no me gustaba. Estaba cegado primero con una niña y luego con otra. Yo eso no lo veía normal», señala otra compañera del imputado, en la segunda jornada de la vista en la Audiencia. A raíz de las denuncias de los padres, hubo docentes que acudían a la «sala de dormilones».

En el arranque del juicio, el procesado negó los hechos y aseguró que una de sus compañeras le envió emails de contenido pornográfico porque sentía atracción hacia él. Ella lo desmintió este lunes.