Tomeu, propietario del bar Es Pont, ubicado a la entrada de Puigpunyent se mostró muy afectado al conocer la noticia. | Alejandro Sepúlveda

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«Me dan ganas de cerrar el chiringuito, venderlo por cuatro pesetas e irme a mi casa. Tenemos mucho miedo. Nos estaban vigilando y aprovecharon que mi mujer estaba cerrando el bar para asaltarla».

Así de rotundo se mostraba, horas más tarde de perpetrarse un violento atraco, l’amo en Tomeu el dueño del bar Es Pont, ubicado a la entrada del municipio de Puigpunyent.

Al parecer y, según las primeras hipótesis de la investigación, sobre las 02.07 horas de la madrugada de ayer, tres encapuchados, muy peligrosos, violentos y que esgrimieron cuchillos de grandes dimensiones, accedieron al interior del establecimiento, saltaron la barra, golpearon a la propietaria y colocaron un cuchillo en el cuello a uno de los camareros del bar.

«Mi mujer, na Bàrbara está atemorizada. Ahora mismo está en el hospital con su hijo. No hay derecho. Estos desgraciados entraron y la golpearon sin piedad. Ella les decía que se llevaran el dinero de la caja registradora y que dejaran de pegarle, pero ellos no cesaban de golpearla. Es más, le tiraron botellas de vidrio, vasos y otros objetos», añade el propietario.

Según el relato de los testigos, los presuntos autores del atraco eran tres varones jóvenes, árabes y con mucha agilidad.

Según la denuncia interpuesta ante la Guardia Civil, el botín que se llevaron los ladrones fue de unos 700 euros correspondientes a la recaudación del día.

«Me han entrado varias veces en el local a robar y han roto cristales, máquinas tragaperras y maquinaria, pero eso no importa. El seguro lo cubre y los daños materiales son importantes, pero esta vez se han pasado. Mi mujer está atemorizada y no tengo ganas de continuar», concluye Tomeu.

Por otra parte, durante toda la jornada de ayer, los vecinos de Puigpunyent se mostraron muy críticos con la Policía Local del municipio y el Ayuntamiento. «Somos unos 2.000 habitantes y tenemos tres policías locales. Son una barbaridad de agentes para tan poca gente. Todos están de día y, a partir de las nueve de la noche, aquí no hay seguridad», concluyen.