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JULIO BASTIDA La injusta justicia. Así califica nuestro protagonista su dolorosa experiencia con los tribunales de Mallorca. Se llama Sebastià López Caldenteny, tiene 33 años de edad, vive con su pareja y tiene a su cargo dos niños, uno de ellos con una parálisis celebral de un 98 por ciento.


La historia de Sebastià se remonta unos diez años atrás y dejará perplejos a más de uno.
«Cuando yo tenía 20 años, después de hacer el servicio militar tengo que reconocer que era todo un pieza. No tenía horarios, no respetaba las normas y me enganché a las drogas. Primero 'trapicheaba' con pastillas, porros, hachís y poco después tuve cuatro años muy duros con la cocaína. Mi supermercado de la droga era Son Banya, como el de prácticamente todo el mundo. Cada semana me gastaba unos 700 euros en 'coca'», relata visiblemente afectado Sebastià.

«Al cumplir los 24 años la situación era desesperante. Las riñas en casa eran constantes y recibí un ultimátum por parte de mis padres. La situación no era fácil. Al darme cuenta del camino que llevaba decidí integrarme en un programa de ayuda del Projecte Home. Fue mi primer intento. Aguanté dos meses y volví a caer en la mierda de las drogas». Se produce una pausa. El joven se emociona y entristece durante su relato.

«Todo seguía igual. Peleas, amenazas y demás. Yo pensaba que todo el mundo me había dado la espalda, que estaba solo en la vida y todo me daba igual. Tomaba Tranquimazín, mis padres me echaron de casa, (ahora lo entiendo), y con otros más dimos un 'palo' de 43 euros en un restaurante que estaba cerrado. Nos llevamos tres o cuatro botellas de alcohol y varios paquetes de chocolatinas. Nunca me pillaron, pero yo sabía que estaba en búsqueda y captura durante algo más de un mes», añade.

La situación cambió a partir de ese momento. Sebastià se vio solo, sin amigos ni familia. La policía le perseguía y todo el pueblo le señalaba con el dedo.

«La apuesta fue decidida. Un día me planté conmigo mismo y dije que está situación tenía que acabar. La droga me estaba matando y yo era muy joven para morir. Acudí al Projecte Home y me puse en manos de los profesionales. Transcurridos 30 meses de estancia allí y superar con éxito el programa de desintoxicación me dieron el alta. Estaba totalmente recuperado».

El joven, nada más salir del centro de desintoxicación se independizó de su familia, adquirió hábitos de vida saludable y adquirió valores de responsabilidad.

«Conocí a una chica, (actualmente su pareja), y vivo con ella y con dos niños. Uno de los menores tiene una parálisis celebral de un 98 por ciento. Son encantadores, son mi vida y los quiero con locura. Vivimos en Calvià, tengo trabajo estable y la vida nos empezaba a sonreír, cuando de repente, en un control rutinario me detienen y sale una requisitoria del Penal Número 8 y dice que tengo que entrar en prisión y pagar una multa de unos 900 euros. Mi abogado hizo un recurso. Pagué la multa y argumentamos que mi vida ahora, tras salir de las drogas, es regular, con trabajo estable, que a mí cargo tenía mujer y dos hijos. Nada sirvió y me enviaron a la cárcel. Afortunadamente rápidamente me ofrecieron el segundo grado debido a que mi jefe envió una carta de trabajo y meses después me concedieron la semi libertad. No es normal que nueve años más tarde de cometer un delito, que lo cometí y me arrepiento, te envíen una requisitoria de ingreso en prisión.Yo entiendo que la cárcel es para rehabilitar y no para hundir a las personas. Yo no he pretendido conseguir un indulto. Yo he cumplido mi pena, pero quiero que todo el mundo sepa dos cosas; que las drogas son una mierda y que la justicia no es justa».