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JULIO BASTIDA Eran las 4.10 de la madrugada de ayer cuando, según numerosos testigos presenciales, dos hombres de gran corpulencia entraron en la discoteca latina Cañandonga, sita en la calle Federico García Lorca, número 19 de Palma y sin mediar palabra agredieron brutalmente a más de quince personas.

A consecuencia de los hechos citados anteriormente, el Cuerpo Nacional de Policía y la Policía Local de Palma, procedieron a la detención de dos varones a los que se les imputa, a uno de ellos, un delito de lesiones y al segundo un delito de violencia de género. Los arrestados son de nacionalidad española y colombiana respectivamente.

Robert, propietario del establecimiento, relata: «Llevo tres años y medio con el local abierto y nunca había tenido ningún problema. Todo empezó porque tengo una camarera que hace unos meses zanjó una relación con uno de los detenidos. Posteriormente, unos meses más tarde, la chica comenzó una nueva relación con un chico de 19 años. Al tocar el reloj las cuatro y diez de la madrugada de ayer, entró en el local su antiguo novio y al ver que la chica estaba con su actual pareja se dirigió a por el chico con la intención de agredirle. Yo salí de la barra para intentar calmarlo. Le dije que los problemas personales por favor los arreglase fuera del local. El hombre estaba fuera de sí. En cuestión de un segundo se abalanzó a por el chico para agredirlo y yo también recibí un golpe. A partir de ese momento lo que te voy a contar parece de película. Entró en escena un culturista enorme. No te lo puedes ni imaginar. Sacó como una placa de policía y comenzó a repartir golpes. El hombre era una auténtica 'mole', tenía una fuerza descomunal. Debía medir unos dos metros y pesaba unos 115 kilos, nos cogía con una facilidad increíble y puñetazo que daba, tío al suelo. Nadie se atrevía. En cuestión de unos minutos entre los dos habían tumbado a más de 15 personas, entre personal y clientes que nada tenían que ver con la pelea. Cuando ya habían dado la paliza a todo el mundo, cogieron y se fueron corriendo», finaliza el propietario del local.