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Un vecino del Port d'Andratx de 83 años de edad, Miguel Méndez Marín, apareció muerto en la mañana de ayer en un margen de la carretera de Cala Llamp, horas después de que desapareciera cuando paseaba con su perrito. Los equipos de emergencia y la familia buscaron contrarreloj al octogenario.

La víctima, natural de Granada y que llevaba varias décadas afincado en el Port d'Andratx con su familia, salió a pasear a las seis y media del martes por la zona de Es Saluet. Sólo le acompañaba su caniche y esa tarde ya no regresó a casa. Padecía alzhéimer y su mujer e hijos contactaron con los equipos de emergencia para denunciar su desaparición. Xisco Femenías, alcalde de Andratx, y la responsable política de la Policía Local, Isabel Alemany, se pusieron al frente del dispositivo de búsqueda, que durante toda la noche 'peinó' amplias zonas. Policía Local, Guardia Civil, Protección Civil y los dos hijos del desaparecido, provistos de linternas, se desplegaron por distintos parajes. Los bomberos acudieron a la calle Llevant, donde reside la familia, y la mujer del desaparecido les entregó una prenda de Miguel, para que los perros adiestrados pudieran seguir su rastro.

Los canes siguieron varias pistas, pero las horas pasaron sin noticias del octogenario. A primera hora de la mañana el helicóptero de emergencias se sumó al dispositivo de búsqueda y por tierra los agentes continuaron rastreando la carretera que enlaza el Port con Cala Llamp. Fue en un margen de aquella vía, junto a una zona arbolada, donde a las 9.45 horas se halló el cadáver del vecino de Andratx.

Su perrito estaba junto al cuerpo y la Guardia Civil solicitó a la Policía Judicial que se hiciera cargo de la investigación. Aparentemente, la víctima no presentaba señales de violencia, aunque sí algunos rasguños. El forense Javier Alarcón también se presentó en el escenario del hallazgo y tras una primera inspección determinó, a la espera de la autopsia, que la muerte le sobrevino de manera natural.

El alcalde Femenías comunicó el trágico final del octogenario a los dos hijos de Miguel, que agradecieron las horas nocturnas que el primer edil estuvo buscando, con los otros expedicionarios, a su padre. El fallecido era una persona muy conocida en el Port d'Andratx, donde le apodaban 'el abuelo', y a pesar de que estaba enfermo solía salir a pasear por las proximidades de su casa.