Un policía libera al acusado de las esposas, antes de iniciar la primera sesión del juicio. Foto: ALEJANDRO SEPÚLVEDA

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El juicio contra Jacinto G.M. mostró ante los miembros del jurado la dureza del mundo marginal de Palma. En casi dos horas de declaración, el acusado de matar a martillazos a dos indigentes bajo el túnel de la vía de cintura ofreció su crónica de ese día. Jacinto explicó que el 3 de septiembre de 2005 había ido a trabajar como albañil a Inca y que sobre las 21.00 horas volvió a Palma en tren. Como ese día había cobrado unos 400 euros, se fue a Porta de Sant Antoni y tomó un coche de los llamados 'kuntas', los conductores que llevan a los drogadictos a Son Banya para conseguir su dosis diaria. Allí compró 1,5 gramos de cocaína y volvió al centro de acogida de Ca l'Ardiaca, muy cerca del lugar donde se encontraron los cuerpos. En el centro encontró a su amiga Mónica, otra toxicómana de 40 kilos de peso, y se fue con ella a pasear por los alrededores para «seguir pinchándonos». En su periplo se encontraron con las víctimas: Santiago Gonzalo García, que llevaba una bolsa de plástico, y Àngela Uguet.

Según el acusado, al cabo de un rato decidió dejar sola a Mónica e irse a buscar más droga a Son Banya. «Me metí el medio gramo que me quedaba. Lo último que recuerdo es eso, que llevaba un cartón de vino y luego que caminaba por la Plaça de Espanya hacia la Porta de Sant Antoni».

Sin embargo, la fiscal cree que en ese espacio de tiempo en que no recuerda lo sucedido cometió el crimen. Para eso utilizó un martillo de encofrador que llevaba como herramienta de trabajo, con una parte plana y otra acabada en dos puntas.

Jacinto aseguró sin embargo que en esa noche no llevaba consigo el martillo y que no lo necesitaba para nada. «Sólo lo cogí una vez para presumir delante de unos amigos», precisó.

Con una voz muy ronca y en ocasiones poco comprensible, el acusado aseguró que «al menos que yo sepa, no he matado nunca a nadie con un martillo; eso lo tiene que haber hecho un tío que está loco».