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Pasadas las cuatro y media de la tarde un hombre estaba cocinando en un quinto piso de la calle Pere II, a la altura del número 16. De repente, el horno escupió unas lenguas de fuego que dejaron la cocina en llamas.

El inquilino, muy asustado, trató desesperadamente de atajar el fuego, que cada vez cobraba más fuerza. No lo consiguió y encima inhaló el denso humo, lo que le provocó problemas respiratorios. La humareda se coló por el pasillo y salió al rellano, causando el lógico revuelo entre los vecinos. Unos veían el humo y otros olían a quemado, por lo que en cuestión de minutos la alarma cundió en aquel bloque. El centro de emergencias del 112 movilizó a los equipos de auxilio, compuestos por ambulancias, bomberos, Policía Local y Cuerpo Nacional de Policía, y la calle quedó cortada al tráfico para que los efectivos pudieran operar con mayor margen.

Los residentes en aquel edificio siguieron las tareas de extinción desde la calle y el inquilino del quinto piso, que al parecer es el compañero sentimental de la dueña de la casa, fue evacuado hasta Son Llàtzer, ya que sus problemas respiratorios persistían. Se trataba, al parecer, de una intoxicación leve y un portavoz del 061 informó de que su estado no era grave. Cuando los bomberos entraron en el inmueble siniestrado las llamas eran visibles al fondo del pasillo, donde se ubica la cocina, y habían reventado una tubería de agua. Las paredes y techos estaban ennegrecidos, y la pintura había saltado a consecuencia de las altísimas temperaturas. La cocina estaba destruida por completo. Durante media hora los funcionarios arrojaron agua y finalmente controlaron la situación. Pese a todo, los daños habían sido «muy elevados», en palabras de un portavoz del Cos de Bombers.

Cuando por fin se restableció la normalidad -relativa-, los vecinos pudieron regresar a sus casas, muchos de ellos todavía con el susto en el cuerpo. El tráfico por aquella calle había sido desviado y también se reabrió a la circulación.