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Varios expertos coincidieron ayer en señalar que la castración química no es una solución para acabar con las agresiones sexuales. En una mesa redonda organizada por la Associació Grup d'Homes contra la Violència Masclista y celebrada en el centro cultural Sa Nostra, el forense Javier Alarcón indicó que este tipo de tratamientos son efectivos para inhibir la líbido pero no reducen la agresividad del individuo que, según explicó, «muchas veces es el motor de las agresiones sexuales».

Esta opinión fue compartida y ampliada por el resto de conferenciantes, entre los que se encontraban la profesora de la UIB Esperanza Bosch, la psicóloga Nicole Haber, y el redactor jefe de Sucesos de Ultima Hora Pep matas.

Bosch incidió en la importancia de que las autoridades no se limiten al tratamiento farmacológico del problema, sino que se analice también el entorno cultural. «Lo que hay que entender es por qué aún hay tantos individuos que piensan que la satisfacción sexual llega a través de la dominación de mujeres, o incluso de niños pequeños y bebés», puntualizó.

La castración química pasó a primera página de los periódicos hace pocos meses con el caso de Sebastián Pol. Antes de ser condenado a 84 años por abusar sexualmente de 13 menores de edad, Pol pidió al Tribunal que le aplicara esta medida, aunque finalmente éste se declaró incompetente.

La castración ya se aplica en algunos países como Alemania, Suecia, Estados Unidos y Australia, mientras que en Francia se está llevando a cabo una experiencia piloto con 40 violadores. En España, una diputada de CiU presentó hace algunos meses una moción aprobada en el Parlamento, y que incluye medidas como el control de los agresores sexuales mediante sistemas electrónicos.