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CATERINA VENY/TOMEU OBRADOR Este mes pasará a la historia tal y como lo hizo el de septiembre de 1989. En aquella fecha fueron las inundaciones, mientras que en ésta un temporal que ha azotado sin piedad los pueblos de las comarcas de Llevant, Migjorn y Pla de Mallorca.

Tanto la Naturaleza como la infraestructura urbana y los ciudadanos han sufrido las consecuencias de estas inclemencias meteorológicas. Cuantiosos daños y sustos, acompañaron la evolución de estas visitas no deseadas: viento y agua sin control ni medida.

La tempestad fue especialmente virulenta en los municipios del Llevant. Capdepera, Son Servera, Manacor, Artà y Sant Llorenç amanecieron ayer bajo un escenario desolador nunca visto: casas destrozadas por la caída de árboles, desprendimientos de tejados, balcones, paredes y vidrieras, carreteras, calles y caminos cortados, señales de tráfico por los suelos, caos circulatorio y muchos campos anegados.

Las principales quejas de los vecinos se basaron en las averías del suministro eléctrico y abastecimiento de agua potable. Tales fueron las pérdidas materiales, que se estiman en miles de millones, que los alcaldes estudiarán a partir de hoy solicitar la declaración de zona catastrófica, con el objetivo de obtener ayudas para reparar los daños sufridos.

La situación caótica fue extrema en los núcleos costeros de Cala Millor, Costa dels Pins, y Cala Rajada. En este sentido, decenas de árboles cayeron en medio de la calzada obstruyendo la circulación e, incluso, ocasionando desperfectos en vehículos y viviendas particulares.