La policía tuvo que emplearse a fondo porque los africanos intentaron huir. Foto: J.F.M.

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J.JIMÉNEZ/J.F.MESTRE/F.CARBONELL horas, plaza de España de Palma. Cerca de cuarenta efectivos del Cuerpo Nacional de Policían 'caen' sobre una decena de presuntos narcotraficantes de color que, apostados junto a la estatua del Rei Jaume I, están 'trapicheando'. Este argumento, más propio de una película, se desarrolló ayer en una de las zonas más céntricas y concurridas de Ciutat, ante una expectación inusitada. La Jefatura de Palma llevaba semanas planificando la operación y ayer la ejecutó con total discreción y éxito. Durante veinte minutos antes de la hora fijada decenas de policías se camuflaron entre los nigerianos que venden hachís y cocaína en la plaza, haciéndose pasar por turistas.

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Desde los bares próximos los responsables del dispositivo fueron valorando la situación hasta que finalmente dieron la orden. En cuestión de segundos los funcionarios -vestidos de paisano, de uniforme, en motos o en coches patrulla- redujeron a los sospechosos, en algunos casos con contundencia.

Los peatones, alarmados, acudieron a ver qué ocurría y la presencia del helicóptero del Cuerpo sobrevolando la zona añadió mayor confusión al momento. Uno de los africanos, el único que encontró una salida en aquella 'ratonera', salió corriendo en dirección al Parc de ses Estacions, enloquecido. Antes de que fuera atropellado por los coches el 'segundo cinturón' de policías, que controlaba el dispositivo desde los alrededores, procedió a interceptarlo. «¡Estoy trabajando, soy legal!», gritaba desde el suelo un corpulento nigeriano de mediana edad, con cinco policías sobre él intentando, sin suerte, esposarle.

«¿Qué pasa, yo no hacer nada?», aullaba otro en un confuso castellano, ofreciendo la misma resistencia que su compañero. A las 20.30 horas los funcionarios, tras registrar concienzudamente los arbustos de los alrededores de la estatua, en busca de drogas, dieron por finalizada la redada, que se saldó con diez detenidos y varias papelinas intervenidas. Los curiosos, a esa hora, seguían preguntando: «¿Qué ha pasado?».