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«No se le coaccionó. Declaró de forma espontánea que había matado a su madre, porque se trataba de una oportunidad para iniciar una nueva vida». Los agentes de la Guardia Civil que declararon ayer como testigos en el juicio que se celebra contra Juan Cerdá Puigserver, acusado del asesinato de su madre, explicaron al jurado su labor de investigación para esclarecer la muerte de María Puigserver, que falleció al caer por un acantilado en el monasterio de Cura.

La Guardia Civil descubrió el cadáver de la víctima el domingo por la noche del día 16 de agosto de 1998. Al principio sospecharon que se podía tratar de un suicidio. La mujer llevaba en su bolsillo ocho pastillas de tranquilizantes. El hijo de la víctima fue citado a comparecer al día siguiente en el cuartel para aclarar algunos aspectos del caso. Esa mañana los agentes habían indagado por la localidad de Llucmajor y habían descubierto que Juan Cerdá había acumulado una importante deuda, y había estado acosando a su madre para que le prestara dinero. También descubrieron que un fraile del monasterio había visto pasar la noche anterior a un joven con una moto.

Uno de los agentes recordó ayer que el acusado estaba muy tranquilo, pero a medida que se le iba planteando preguntas fue «poniéndose nervioso». El joven, según los investigadores, no fue coaccionado, ni tampoco se le amenazó con detener a su novia si no confesaba que había matado a su madre. «Sólo se le dijo que contara la verdad, nada más», señaló unos de los agentes, que recordaba que el acusado confesó que había empujado a su madre para que cayera por el precipicio.

Uno de los testigos reconoció que cuando el acusado llegó al cuartel para hablar sobre la muerte de su madre, la Guardia Civil no tenía una sola prueba que pudiera implicarle en este caso. Sin embargo, según uno de los investigadores, a medida que fueron haciéndole pregunta y observaron que había muchas contradicciones, Juan «confesó de una forma espontánea». El propio acusado declaró el lunes ante el jurado popular que esta confesión la realizó coaccionado, puesto que la Guardia Civil amenazó con detener a su novia. «Creía que estaba esperando un hijo mio y no quería que fuera a la cárcel», declaró el sepulturero.