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No fue su última cena, pero casi. Los turistas del bloque desplomado en el Picafort Park amanecieron ayer como el cielo: oscuro e inestable. Casi todos tenían alguna historia que contar, pero las ganas no acompañaban siempre. Uno de los relatos más repetidos fue el de una pareja que se alojaba en el aciago Bloque E y que a eso de las siete acudió al comedor a cenar. Una hora después se levantó para volver a su apartamento y pagó la cuenta, pero el camarero no tenía cambio y la operación se demoró un minuto.

Justo cuando llegaban al edificio éste se desplomó delante de ellos; habían salvado la vida gracias al camarero. Richard y Maureen Bennett llegaron de Escocia, en donde viven, y opinaron que «no es muy normal que un edificio se caiga; hay que investigarlo a fondo». El hombre es periodista de un diario local y el mismo jueves por la tarde informó del accidente en su redacción.

Peter y Betty Briant residen en Somerset, una localidad del Sureste de Inglaterra, y aterrizaron en Mallorca el miércoles, un día antes del siniestro. «Lo que ha ocurrido es realmente un milagro. No se puede explicar de otra forma que un edificio de tres plantas se derrumbe y nadie resulte herido, es algo increíble», comentaron. El matrimonio relató que los minutos siguientes al desplome del bloque de apartamentos fue de gran confusión y añadió que «llegamos a pensar en lo peor». Otra joven británica contó, todavía con el susto en el cuerpo, que al principio «nos dijeron que faltaban ocho personas por localizar y nos quedamos destrozados. Al final todo salió bien y muchos de nosotros aún no nos lo creemos».

Dos inquilinos del bloque E explicaron que el comedor abre de 18'00 a 21'00 horas y que poco antes del derrumbe salieron a cenar. «Las puertas de nuestras habitaciones no cerraban bien y no sabíamos qué pasaba. Decidimos dejarlas medio cerradas y nos marchamos. Al volver todo estaba destruido y nos dimos cuenta que el movimiento de las paredes debía haber empezado minutos antes, sin que apenas fuera perceptible», señalaron.