De siempre, no hay semana en la que podamos circular cómodamente por la acera. Nos vemos obligados a bajar al asfalto para poder avanzar por la calle porque siempre está llena de excrementos y a la altura de los contenedores siempre hay muebles viejos. Para colmo hay un terreno abandonado donde viven algunos gatos y alguna anciana del barrio baja cada noche a echarles restos de comida y cabezas de pescado... Vamos, que nuestra calle, Bisbe Bartomeu Pascual en Palma, es una auténtica pocilga.