TW
0

Decía el miércoles pasado Enrique Mora, secretario general adjunto de la UE para la política exterior, en su conferencia en el Movimiento Europeo de Baleares, que la única certeza de la política internacional actual es la incertidumbre total. Algunos opinan que la historia de la humanidad es un constante progreso y mejora de las condiciones de vida. Otros sostienen que el progreso es intermitente como aquel famoso baile de los años 60, la yenka: «Izquierda, derecha, alante, atrás, un, dos tres». Hacía mucho que no vivíamos una situación tan fluida donde los principios están cediendo ante los intereses y donde la eficacia de la gobernanza se reivindica por encima de la democracia. Hay elementos confusos que no sabemos de que lado ponerlos pero que provocan incertidumbre y ansiedad. La elección de Trump aspirando a una expansión territorial de EEUU además de tomar otras medidas ejecutivas inverosímiles. La fortaleza de una China más dura en la política interior y más ambiciosa en el mundo exterior. La crisis del modelo económico alemán basado en los excedentes de comercio exterior que a su vez conduce a una crisis política. La ineficacia del modelo constitucional francés con un presidente que no se corresponde con la mayoría parlamentaria emanada de las urnas. La ausencia total de líderes populares mundiales o a cualquier escala y la crisis sistémica de los partidos tradicionales, incapaces de aportar ideas claras frente a problemas globales mientras que los populistas se manejan mucho mejor en el debate público.

Todo esto dibuja un panorama inquietante. Ha habido momentos en el siglo XX donde creyendo tomar la decisión correcta, en realidad se empujó al mundo hacia crisis de consecuencias terribles. El acuerdo de Chamberlain y Daladier con Hitler en Múnich en 1938, con la cesión a Hitler de la región de los Sudetes, es el más claro exponente. El primer ministro británico volvió a Londres gritando: «Traigo la paz con honor, la paz de nuestro tiempo». Once meses después, Hitler invadía Polonia, empezaba la Segunda Guerra Mundial. Tras la beneficiosa caída del Muro de Berlín, las cosas podrían haberse hecho mejor en la desmembración de Yugoslavia que dio paso a una guerra feroz en la región o en la desaparición del Partido Comunista ruso y de la propia URSS. Yeltsin eliminó todo soporte institucional para lanzarse a la vorágine de sustitución sin ningún conocimiento de como proceder. Deberíamos aprender.

Trump y China van a desafiar la capacidad europea de ser socio privilegiado en las relaciones internacionales. No podemos equivocarnos. Solo el fortalecimiento de la UE con autoridad para tomar decisiones con rapidez y coherencia podrá salvarnos del declive. No dejemos que la incertidumbre actual se convierta en certeza de la debilidad europea.