Quejas inexplicables
Incluso considerando que estamos en la cultura de la queja y el gimoteo, nos encanta lamentarnos y sólo las mentiras nos gustan más que quejarnos, sigue siendo inexplicable ese diario torrente de lágrimas a propósito de las desdichas que al parecer generan las redes sociales, una pesadilla según sus usuarios, que son todos. Yo pensaba que esas lágrimas también serían virtuales y digitales, parte del disfrute, porque no tiene sentido quejarse tanto de un padecimiento al que no sólo nadie te obliga (es facilísimo prescindir de esa monserga), sino que pagas gustosamente por ello y le dedicas buena parte de tu tiempo. Pero últimamente las quejas, denuncias y lloriqueos acerca de las redes han aumentado tanto que parecen el peor de los males del mundo. Intelectuales de gran prestigio peroran sobre sus nefastos efectos políticos, y en definitiva, cualquiera diría que la cosa va en serio.
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