Cosas demasiado normales
Se acuerdan cuando el Gobierno, no sé si en plena pandemia o recién salidos de ella, para el caso da igual, se inventó aquella gilipollez de la nueva normalidad? Que yo sepa, esta nueva normalidad todavía no ha sido derogada, ni hemos vuelto oficialmente a la vieja de toda la vida, por lo que no cabe descartar que aún estemos en ella. Y si con la normalidad propiamente dicha, la vieja y normal, siempre hemos tenido muchos problemas, y casi nadie la soporta desde los tiempos de la batalla de Bailén (o la de las Termópilas, es igual), figúrense con esta nueva, que ni siquiera sabemos de qué va ni en qué consiste. Lo que quiero decir es que si la normalidad siempre fue bastante rara, ahora es rarísima, diría anómala a riesgo de incurrir en flagrante paradoja. Porque cada vez hay más cosas, al parecer muy normales, demasiado, que sin embargo no habíamos visto nunca y conocíamos sólo de oídas por los libros de historia o las ficciones novelescas. Villanos de tebeo, dirigentes dementes, robots operando en mercados financieros y la industria del entretenimiento, guerras de exterminio, sinvergüenzas en el poder, chifladuras digitales, fantasías informativas. La nueva normalidad no hay por dónde cogerla, y ni siquiera se parece a la que decretó el Gobierno. Mira que si el Gobierno no sabía qué decretaba. Aunque claro, eso sería muy normal. ¿Y es normal que todos los políticos, de cualquier signo, se hayan vuelto moralistas y predicadores igual que monjes dominicos medievales? Normalísimo. Algoritmos robóticos mandando en todas partes, y ellos perorando acerca del bien y el mal. Qué normalidad tan rara. Si lo normal siempre suele serlo, y hay que tener cuidado con ello, figúrense lo demasiado normal. ¿Y ya existía en la vieja normalidad esa categoría de normalidad excesiva? No, demasiada normalidad no era normal. En física era una anomalía. ¿Estaba entonces el Gobierno decretando una normalidad sin límites, en la que se normalizaría todo? No lo sé, pero cada día veo cosas muy normales que me dejan estupefacto. Ni loco habría imaginado vulgaridades tan extrañas. Etruscas. En serio, lo normal debería ser normal. Sin adjetivos cuantitativos. Ni poco ni demasiado.
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